La Jornada Semanal, 13 de febrero del 2000
Miroslava Stern jamás
fue más allá de la actuación correcta, aunque siempre rígida, ni de la
belleza con escasos destellos de encanto. Sólo la forma en que murió
pudo hacer de ella una presencia recordable: en el México modernizante
de Ruiz Cortines, una mujer famosa se suicidaba por amor a un
torero. La fórmula sirvió y ha servido para hacer de Miroslava la
encarnación de la pasión melancólica, un arquetipo femenino al que
ayudaron la condición exótica -una checoslovaca balbuceante- y cierta
normalidad: comprobar que la actriz continuaba su última película,
Ensayo de un crimen, fuera de la pantalla, precisamente en su
recámara y con una foto de Luis Miguel Dominguín sobre el pecho. Pero
la historia oficial de la muerte de Miroslava, sentimental y
compasiva, convivió durante algún tiempo con un rumor popular más
desencantado que encontró espacio en las secciones de nota roja de los
diarios hasta que la ANDA exigió al gobierno que las censurara. Según
esta versión, Miroslava no se suicidó al descubrir que Luis Miguel
Dominguín se casaba con Lucía Bosé, sino que habría muerto en un
accidente de aviación, acompañada de su amante. El rumor relacionó así
dos muertes, la de la actriz y la de Jorge Pasquel, yerno de Plutarco
Elías Calles, cristero en su juventud y político alemanista en la
madurez, promotor del beisbol profesional y dueño del periódico
Novedades y del Parque Delta. Pasquel, el arquetipo del
millonario alemanista más allá de la ley: acusado de contrabando y de
vender concesiones aprovechando su influencia en el gobierno, siempre
solucionaba sus problemas sacando la pistola o la chequera. En la
cúspide de su fama, Pasquel fue acusado de asesinar a un agente
aduanal pero salió bajo fianza. El crimen del periodista Sánchez
Bretón nunca le fue comprobado ni la destrucción de una imprenta que
repartía panfletos antialemanistas. Después de su muerte, su leyenda
le sobrevivió: la policía identificó su cadáver por un tornillo que
tenía en la pierna, producto de un encuentro con un leopardo en uno de
sus muchos safaris. El avión de Jorge Pasquel, con siete pasajeros, se
estrello a veinte kilómetros de Ciudad Valles, San Luis Potosí, el 8
de marzo de 1955. El diario La Prensa del 9 de marzo comienza
la especulación: ``Nadie sabe a quién corresponde el séptimo cuerpo,
pues solamente se sabía que viajaban seis personas, incluyendo a Jorge
Pasquel.'' El piloto era Jacobo Estrada Luna, uno de los integrantes
del Escuadrón 201 quien, a pesar de su experiencia, perdió el control
del XB-XEH tipo C-60, un modelo de avión que desde los cuarenta se
había prohibido en México, después de que Lázaro Cárdenas estuvo a
punto de estrellarse en una gira a Mazatlán. Unos días después del
accidente de Pasquel se da a conocer la identidad de los otros cinco
muertos: tres pilotos, un radio operador, un mecánico y el
mayordomo. El 11 de marzo, apenas tres días después del accidente en
San Luis Potosí, encuentran el cadáver de Miroslava. La tardanza da
lugar a las sospechas: la criada de la actriz, María del Rosario
Navarro viuda de Nava, la ve por última vez precisamente el 8 de marzo
y no es sino hasta el 10 que se atreve a entrar por el balcón a la
recámara. La encuentra muerta y el 11 se da a conocer el suicidio. Lo
extraño es que la criada estaba en la casa de Kepler 83 desde las seis
de la tarde del día 9 de marzo. Frente al rumor, el sábado 12 la
policía exhibió las tres cartas de suicidio que Miroslava dejó en la
recámara y el peritaje que comprobaba que eran de su puño y
letra. Después difundieron la descripción de su recámara. El clima de
obsesión baturrona no puede ser más perfecto: la foto del torero
español sobre el pecho, las obras completas de Federico García Lorca y
un libro sobre El Greco en la mesa de noche. Una pregunta obvia es por
qué Miroslava se suicidó por un hombre que había protagonizado
escándalos amorosos con casi cualquier actriz de moda, desde Ava
Gardner hasta Rita Hayworth, pasando por la vecina de Jorge Pasquel,
María Félix. Las contradicciones surgen de nuevo: Miroslava y
Dominguín se conocieron en agosto de 1954, cuando la policía
franquista acusó a la actriz de ser espía y le negó la entrada al
país. El torero se ofreció de aval y la acompañó durante su
estancia. Apenas cuatro meses después, la prensa anunciaba el
matrimonio de Dominguín con la actriz italiana Lucía Bosé. La noticia
del matrimonio era casi tan vieja como su amistad con el torero.
La ANDA, en ese entonces presidida por Rodolfo Echeverría, obtuvo la dispensa de la autopsia y Miroslava fue incinerada a las cuatro de la tarde en el Panteón Civil porque, a decir de su padre, sepultarían sus cenizas al lado de las de su madre en una cripta que poseía la familia en el Panteón Francés de San Joaquín. Al día siguiente, el diario La Prensa publicó una entrevista con el actor cubano César del Campo que avivó las sospechas: ``La vi y hablé con ella el lunes pasado (7 de marzo). Me platicó de sus planes de trabajo, que estaba por salir a San Luis Potosí a hacer unas presentaciones personales.'' Para acabar de nublar las versiones, el 13 de marzo el mismo diario señaló que las cenizas de Miroslava aún no se sepultaban, pues resulto que el mausoleo, donde se suponía que estaba la madre, no existía. Las cenizas de madre e hija fueron a descansar finalmente al depósito de cadáveres. Los asistentes al último adiós a la actriz jamás la vieron de cerca. Carmen Sevilla comentó a un reportero: ``De lejos era el maniquí que había hecho Buñuel en su última película. Esa idea me enferma.''