¿Tierra de malditos?
Martín Sallé Gómez
El 29 de agosto de 1996 el Ejército Popular Revolucionario
lanzó un ataque en La Crucecita, Huatulco, en la Sierra Sur de Oaxaca.
En los acontecimientos murió Fidel Martínez quien hasta entonces
fungiera como regidor de Hacienda del municipio de Loxicha. Según
los campesinos zapotecos de la región esto bastó para que
el gobierno del estado de Oaxaca y las policías vincularan sin pruebas
a todo el municipio con el EPR, por lo que realizaron un operativo en el
que participaron el ejército mexicano, la policía judicial
y la policía preventiva de Oaxaca. Muchos campesinos del lugar afirman
que incluso agentes del FBI participaron en el ataque que tomó por
la fuerza el palacio municipal y en el que se incendiaron el palacio de
gobierno y el ayuntamiento perdiéndose toda la papelería
y documentación del municipio. Gente con el rostro cubierto a la
que le llaman "entregadores" señaló a más de 130 campesinos
como integrantes del EPR que, sin órdenes de aprehensión,
fueron detenidos. Todas las autoridades municipales y aquellos que participaban
activamente en los tequios comunitarios fueron llevados a las cárceles
de Pochutla, Miahuatlán, Santa María Ixcotel, Villa de Etla,
en Oaxaca y al penal de alta seguridad de Almoloya de Juárez en
el estado de México en donde se les puso en aislamiento.
Muchos de los presos sostienen haber sufrido tortura
para arrancarles confesiones y para obligarlos a firmar en hojas en blanco
sus declaraciones. Entre los métodos que afirman utilizaron estuvo
la aplicación de toques eléctricos en los genitales, violencias
sexuales y ejecuciones falsas. Muchos de estos detenidos no hablan castellano
y no se les permitió tener traductores que les hicieran conocer
ni siquiera de qué se les acusaba.
Desde entonces a la fecha se calcula que más de
200 habitantes de la región se mantienen escondidos pues pesan sobre
ellos órdenes de aprehensión. Hay cuatro desaparecidos y
han ocurrido unos 25 asesinatos de personas de la comunidad. La región
sigue militarizada y las inmediaciones del palacio municipal en San Agustín
tiene guardias armadas en los techos de lo que se considera un verdadero
pueblo fantasma después de que el municipio quedó en manos
de los grupos de caciques y pistoleros que desde hace varios años
ha hostigado a las comunidades xiches, como se autonombran los zapotecos
de Los Loxichas. El nuevo presidente municipal, Lucio Vázquez, por
ejemplo, es un ex policía judicial al que se le imputan por lo menos
diez asesinatos y se le acusa de estar vinculado a grupos de guardias blancas.
Lo inquietante de esta historia es que en los tres años transcurridos desde estas detenciones, han obtenido su libertad por falta de pruebas más de 40 de los 130 detenidos originalmente, los últimos a finales de enero pasado y se espera que más y más campesinos salgan libres por falta de pruebas. Aunque en su mayoría no han sido sentenciados pese a los años transcurridos hay el caso dramático de uno de los detenidos que habiendo sido sentenciado a 50 años de prisión por los delitos de rebelión y homicidio, pudo también salir libre mediante el recurso de apelación por falta de pruebas.
Los familiares de los presos se han visto en la necesidad
de vender sus tierras para el sostenimiento de su estancia en la cárcel
y los gastos procesales. Hoy son pocos los medios informativos que reconocen
y difunden la existencia de un exilio forzado que orilló a muchas
familias a migrar pero también a mantener, desde el 10 de junio
de 1997, un plantón permanente en el zócalo de Oaxaca, en
espera de que se les haga justicia, se rompa el cerco informativo en torno
a su caso y se reconozca la ilegalidad de las acciones represivas tendidas
en contra de los habitantes de una región que hoy se le nombra "tierra
de malditos".
El grupo de manifestantes se ha mantenido estos años
vendiendo mercancía elaborada por los presos y recibiendo apoyo
y donaciones voluntarias.
La región Loxicha, con 35 mil habitantes de 27 comunidades repartidas en seis agencias municipales tiene tras de sí una historia larga de despojos y asesinatos. Desde la época de Porfirio Díaz sus habitantes engrosaron las filas de los peones acasillados de las fincas cafetaleras que hoy día son uno de los últimos bastiones finqueros en el país. La zona es muy pobre y se encuentra encerrada entre los finqueros y los narcotraficantes que controlan los caminos a varias de las comunidades como Magdalena, Sirena Miramar, San Agustín, Chilapa y Loma Bonita.
Los xiches son zapotecos que siguen hablando la lengua
y que mantienen tradiciones en la elección de sus autoridades, en
el servicio de la Iglesia y en la organización comunitaria para
el trabajo en el tequio comunal, que en la región es semanal y en
el que participa todo el pueblo, incluidas las autoridades. Como en otros
pueblos zapotecos de Oaxaca el cargo de autoridad no recibe paga alguna
y en cambio se considera un acto de dignidad aceptar y servir. "Si el trabajo
estuvo bien realizado, el pueblo le guardará respeto y agradecimiento
tanto a la persona como a su familia y a su parcela". Todos siembran maíz
de autoconsumo en pequeñas parcelas y en algunos parajes los campesinos
trabajan su propio café. Haberse convertido en peones de lo que
antes fueron sus propias tierras los ha marcado para defenderse.
Una de las crisis graves que enfrentó la región
Loxicha ocurrió a finales de los setenta cuando los terratenientes
comenzaron a tomar el control político de la región y contrataron
a los primeros pistoleros. En 1978 la gente de la región comenzó
a rebelarse mediante
acuerdos de asambleas comunitarias y se agrupó en la opiz, la Organización
de Pueblos Indígenas Zapotecos, para quitarle el control a los caciques
y expulsarlos de la comunidad.
En 1980, los pistoleros Rogelio Vázquez, Jesús
Sebastián y Luis Martínez, entre otros, asesinaron a más
de 80 campesinos, se robaron y violaron a varias mujeres y sembraron marihuana
para inculpar al pueblo. Los habitantes de los Loxichas afirman que hoy
estos pistoleros son parte de los grupos paramilitares que operan en la
región.
Por esas mismas fechas se nombró a un presidente
municipal sin el requisito de pertenencia a ningún partido. Elegido
en asamblea "por usos y costumbres" Alberto Antonio, dirigente muy recordado,
inició una etapa de organización y construcción de
obras en la región. De ahí en adelante todas las autoridades
fueron electas por "usos y costumbres". Entre 1980 y 1996 lograron una
de las pocas etapas de tranquilidad en una región que hoy la opinión
pública tiene miedo de nombrar.
Independientemente de que pueda o no vincularse a sus
habitantes con el Ejército Popular Revolucionario, la situación
de ilegalidad promovida por los caciques regionales, los pistoleros y paramilitares
que hoy controlan la región, y las autoridades policiacas y militares
que mantienen un cerco casi infranqueable más la represión
desatada contra ellos por el gobernador Diódoro Carrasco, hoy secretario
de Gobernación --mientras negociaba con el el grueso de organizaciones
una ley indígena para Oaxaca que en los hechos dividió momentáneamente
al movimiento indígena oaxaqueño-- no puede callarse y tiene
que recibir la atención de los grupos de derechos humanos nacionales
e internacionales. Y los presos políticos, verdaderos rehenes de
una guerra sucia que no sólo ocurre en Chiapas, deben quedar en
libertad, pero con las garantías suficientes como para recuperar
en la región una paz que no sea la que impongan por la fuerza los
paramilitares que controlan el municipio. Si esto no ocurre así,
es probable que en Los Loxichas la violencia siga siendo la moneda de cambio.
Manifestantes corren del gas durante la protesta
en contra de Mahuad.
Guayaquil, Ecuador. 21 de enero de 2000. Foto: Hierro
Lee/AP