El imperio del dólar
Andrés Barreda Marín
Servir de laboratorio propició que las transnacionales depredaran el petróleo. Privatizar estas reservas impactó mucho a la sociedad, destruyó muchas relaciones anteriores y produjo una de las polarizaciones más extremas de América Latina. El 60 por ciento de su población vive en la pobreza extrema. En contraste, tiene una de las ciudades más dinámicas de toda la región: un puerto que se proyecta como un Singapur regional --Guayaquil-- pleno de maquiladoras y en una economía de exportación eufórica.
Al igual que México, Ecuador es uno de estos países, llamados emergentes, que entraron al proceso de globalización "convencidos" por el FMI y el Banco Mundial de que produjeran abundantemente para la exportación. Pero la producción y el consumo mundiales no están acoplados. En el contexto de la globalización hay la posibilidad de abrir muchos mercados; hay una euforia de competencia que crea la ilusión de que el consumo mundial estuviera creciendo cuando en realidad se contrae por efecto de la marginación de millones de personas. México fue el primer país del mundo que entró en esta dinámica. Esto fue muy claro en los países asiáticos. Al volverse completamente maquiladores resultó que la riqueza que producían ya no tenía mercado, y no hubo dinero para pagar. Como la economía era de mucho auge, crecieron los créditos, pero las promesas de pago --respaldadas en procesos de producción que no se correspondían con ningún consumo-- dejaron de tener valor. Los bancos, llenos de dinero de crédito, sin respaldo, empezaron a quebrar.
Cuando esta falta de respaldo bancario impacta otras áreas de la producción que sí producen cosas necesarias, la crisis se puede volver catastrófica y los gobiernos empiezan a intervenir para rescatar estos bancos en un intento por detener la generalización de la crisis.
Ecuador se vio involucrado en un proceso así. Cuando el país tuvo que asumir pérdidas, los mecanismos locales de control comenzaron a transferirlas. Cuando quien tiene pérdidas son las empresas o los grupos financieros --y esos grupos financieros o industriales están en el poder-- están en posibilidad de hacer grandes fraudes para aminorar o revertir esas pérdidas, incluso en ganancias.
Los banqueros pueden, mediante mecanismos fraudulentos, prestarse a sí mismos, declararse en quiebra, lavar dinero, mover dinero fallido o utilizarlo para financiar campañas, manipular procesos electorales deteniendo la propia crisis, o dar prebendas a los electores para garantizar su estancia en el poder. Pero todos estos procesos de lavado de dinero, manipulación política o corrupción económica directa, generan un caos muy grande, por eso se toman algunos chivos expiatorios y se les expone ante la opinión pública, porque hay que ocultar el mecanismo global económico mediante el cual en realidad los ricos administran la crisis transfiriendo sus pérdidas a los ahorradores, a los campesinos, a los obreros, asaltándolos literalmente mediante más impuestos para rescatar a los bancos, inflando la moneda o simple y llanamente congelando las cuentas de los ahorradores. Todo eso pasó en Ecuador.
Esta situación puede ayudar a explicar por qué ahora se le propone como laboratorio de un esquema de dolarización.
Alfredo Jalife, un analista de El Financiero, plantea que Ecuador es un experimento de dolarización en América Latina ante una crisis económica mundial que se avecina, algo reconocido por los funcionarios económicos del gobierno de los Estados Unidos, quienes afirman que ante tal crisis son necesarios esquemas de reorganización del intercambio monetario. De Ecuador la dolarización se extendería a El Salvador y a República Dominicana, para finalmente introducirla en Argentina. Ecuador no es el primer país en donde esto se aplica. La dolarización opera ya en unos doce países, el mayor de ellos, Panamá.
La dolarización es la separación de dos monedas que conviven. Al dolarizar la economía de un país la moneda local no desaparece pero queda subordinada a los pequeños intercambios, a la compra de bienes de subsistencia por parte la población. El desempleado no va a comprar con dólares sus escasos alimentos. La gente pobre no va a comprar con dólares lo que requiere. Los dólares se reservan para las inversiones de capital, industriales, financieras, comerciales, y para que la burguesía o las clases medias altas lleven a cabo sus transacciones de bienes.
La dolarización margina una economía subordinada, la saca de la órbita de la globalización. Es la misma expresión de lo que los urbanistas discuten hoy como ciudad global. Las ciudades están quedando interconectadas vía las redes virtuales de internet con las demás ciudades del mundo. La conexión se establece también para su producto y para su consumo, para los productos internos brutos de cada ciudad. Partes de Buenos Aires o México tienen un producto interno bruto equiparable al de Londres, Nueva York o Tokyo. Son ciudades que se mueven en el primer mundo. Pero esto no significa que toda la vida de la ciudad esté ahí. Son los grandes centros: Paseo de la Reforma, Las Lomas, la nueva Santa Fé. Son los enclaves globales que quedan integrados a las demás redes y el resto clasemediero y pauperizado de las ciudades va quedando más y más marginado, de la misma manera que en Londres o en Nueva York se produce una marginación muy grande y hay gente que queda completamente fuera de la globalización. La globalización no incluye a todos.
Jalife plantea que la dolarización tiene más consecuencias: desaparecen los bancos centrales, y es la Federal Reserve Bank el emisor, por lo que los países subyugados "tienen que pagar, como en las épocas feudales, seignorances". Algo así como regalías por el valor de la moneda que respalda, ahora, dicha economía. La riqueza del país ya no tiene respaldo en oro depositado en su banco central. Lo que queda depositado ahí son dólares. En el momento en que el dólar caiga en una crisis internacional el país se va al hoyo con todo y el dólar. "Cuando la economía de los Estados Unidos entre en recesión", dice Jalife, "los veneradores latinoamericanos del dólar estarán obligados a hacer lo mismo". No sólo cobrará Estados Unidos por la emisión de moneda, "sino que se vería también beneficiado con cubrir su déficit en cuenta corriente sin necesidad de pagar intereses. La dolarización en Latinoamérica será dictada por la fuerza de las devaluaciones, a diferencia de los criterios de convergencia europeos que desembocaron en el tratado de Maastricht para economías similares donde las rezagadas son subsidiadas hasta la fecha".
Todo el contexto anterior refuerza el significado geopolítico de Ecuador, inscrito en el bloque andino formado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Perú y Bolivia que, vistos en un mapa como un solo país, quedan como un caparazón que rodea al Mercosur.
Controlar el bloque andino es vital para Estados Unidos. Pero resulta que Venezuela se salió del redil con la llegada de Chávez al poder, y en Colombia se vive una confrontación armada enorme. Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) están en posición de tomar el poder militarmente si se descuidan. No sorprende que Estados Unidos ofrezca un préstamo de 1500 millones de dólares destinado a compra de armamento estratégico para detener a las FARC, justificado bajo la supuesta guerra en contra del narcotráfico, pero paralelamente, el FMI y el Banco Mundial están prestando más de 4 mil millones de dólares adicionales.
En este contexto la base militar estadunidense en Manta, Ecuador, sustituto de la que tenía en Panamá, es clave para controlar no sólo la rebelión en Colombia sino a largo plazo los pasos interoceánicos de todo Centroamérica. Colombia, además tiene un espacio clave para construir un nuevo corredor interoceánico, en el Tapón del Darién, en su frontera con Panamá. No es de extrañar que Darién sea uno de los enclaves de los paramilitares colombianos y fuente de expulsión de poblaciones en la región.