GALERIA ŤAlejandra Bravo de la Parra

Control de plagas y conservación ecológica

sin-nombre-1-jpg Una bacteria, imperceptible a simple vista e inocua para el humano puede acabar con plagas que afectan cultivos en México y el mundo, y así evitar la contaminación producida por los insecticidas químicos. ƑCómo? Cuando la Bacillus thuringienesis esporula, es decir, se diferencia a un estado de vida latente como resultado de la falta de nutrientes, genera una gran cantidad de proteínas, clasificadas como d-endotoxinas, las cuales forman pequeños cristales que sólo ocasionan la muerte en algunos insectos cuando éstos las consumen.

Ese tipo de toxinas son usadas industrialmente para producir bio- insecticidas, que resultan seguros para el control de plagas y la ecología. Encontrar otras toxinas naturales que estén en el medio ambiente y puedan servir para defender los cultivos atacados por ciertos tipos de insectos, es uno de los propósitos de la doctora Alejandra Bravo de la Parra (México, DF, 1961) investigadora el Instituto de Biotecnología de la UNAM, que se encuentra en Cuernavaca, Morelos.

La doctora Bravo, galardonada este año con el Premio de Investigación de la Academia Mexicana de Ciencias en el área de ciencias naturales, narra que la primera Bacillus thuringienesis se encontró a principios de siglo en Japón, porque tenían una plaga que afectaba al gusano de seda. Después, añade, se hallaron otras bacterias que se parecían a aquélla y mataban a otros lepidópteros, que junto con los co-leópteros son las plagas más dañinas en la agricultura.

Esas bacterias se pueden encontrar en cualquier parte, pero sobre todo en los suelos, razón por la cual Alejandra Bravo, junto con su equipo de trabajo, recolectaron muestras de diversos tipos de suelos de toda la República y diversos hábitats, con la única característica de no haber sido expuestos al insecticida producido a partir del bacilo. De esa manera se obtuvieron inicialmente 9 mil cepas de bacterias, de las cuales se eliminaron las repetidas, hasta quedar 500.

De esa colección, considerada "una de las más completas por la variabilidad que presenta y la mejor caracterizada del mundo", ya se ha logrado identificar cada uno de los genes insecticidas que están presentes en ellas.

Con ello, explica la investigadora, se estudian aquellos que puedan ser candidatos para controlar otro tipo de insectos, como ciertos escarabajos que afectan de manera importante los cultivos de frijol o maíz, o la mosquita blanca, los cuales no se han podido erradicar con insecticidas químicos.

"Uno de los propósitos del estudio de esas cepas es conocer la ecología, la variabilidad genética de esa bacteria en México, por que es uno de los países con mayor cantidad de insectos, y en el que además éstos pueden adquirir resistencia; por lo tanto, se tiene que pensar en encontrar un mayor número de toxinas", refiere la investigadora

sin-nombre-2-jpg En esa colección, refiere la doctora Bravo, quien realizó una maestría y un doctorado en investigación biomédica básica en el Centro de Investigación sobre Fijación de Nitrógeno de la UNAM, también hay cepas desconocidas que podrían contener los genes alternos que se buscan para matar insectos diferentes. Sin embargo, subraya, "lo importante no es sólo aumentar el conocimiento sobre el número de genes que producen toxinas, sino utilizarlos con la ayuda de la biotecnología para crear bienes útiles para la sociedad".

Otra parte del trabajo de investigación de Alejandra Bravo de la Parra ųreconocida cuando era estudiante con la medalla Gabino Barreda por el mejor promedio obtenido en licenciatura y después en sus estudios de doctoradoų es entender cómo es que las toxinas matan a los insectos que las consumen y los pasos moleculares del mecanismo de acción. Específicamente, la especialista ha hecho aportaciones importantes en el estudio de la unión con el receptor y la formación de poros en la membrana, que es el efecto tóxico en el insecto.

Finalmente, agrega que "en México no existe la producción comercial de bioinsecticidas porque no ha habido la inversión necesaria de la industria privada, aunque con la apertura comercial y la petición de reducción en el empleo de insecticidas químicos, el uso de la Bacillus thuringienesis es una opción muy buena para controlar insectos, porque si no se controlan, se pierde 30 por ciento del cultivo afectado. Por lo tanto , ya hay interés de ciertas compañías mexicanas en producir ese tipo de insecticidas". (Mirna Servín)(Fotos: Guillermo Sologuren)

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