Nos
fuimos al VIII Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe en República
Dominicana.
El avión iba lleno de mujeres de diversos países de América Latina rumbo
al Encuentro ¿al encuentro de qué...?
Apenas saliendo de México apareció una mujer que a gritos nos hizo saber
que ella era autónoma y que aún había de esas. Una jovencita de 23 años
que estaba a mi lado, pertenecía a una ONG de Managua "¿Y cuánto costó
tu viaje?", le pregunté nomás de metiche. "Yo no sé nada, a nosotras
nos lo pagaron todo". Así, de entrada, se me aparecieron dos caras del
feminismo: la autónoma y la institucionalizada.
Naturalmente se vislumbraba la posibilidad de que la tónica dominante
de este Encuentro fuera, de nueva cuenta, autónomas versus institucionales,
tal como se dio en Chile en el VII Encuentro en 1996. Pero la historia
no fue la del enfrentamiento entre ambas posiciones. Tengo la impresión
de que las diferentes formas de feminismo quedaron bastante equilibradas,
ninguna dominó, ninguna se "adueñó" del Encuentro. Ahí estaban las autónomas,
radicales, belígeras, agresivas, institucionales de todos los colores,
las que están en los gobiernos, en las academias, en las ONG's; las
lesbianas, las heterosexuales, las "expertas" y las jóvenes que conformaron
un numeroso grupo que, aunque heterogénero, dijeron ser producto mayoritariamente
tanto de los estudios de la mujer como de las ONG's. Evidentemente no
hay que pensar que las feministas son únicamente lo que reza su etiqueta,
la realidad es que se pueden hacer todo tipo de cruces.
Recibir a mil 500 mujeres, muchas de las cuales ni siquiera avisan que
van a llegar y otras se inscriben el día antes, no es tarea fácil y
menos en un país subdesarrollado. Además, hay que recordar que es preciso
complacer a todo el mundo.
Aparentemente, el mejor Encuentro de los ocho que ha habido en el subcontinente
fue el primero, el que se realizó en Bogotá en 1981; fue el más pequeño,
el más espontáneo, el más festivo, el más político, el más feminista.
De ahí, se constata una y otra vez que todos pecan de algo: son demasiado
grandes, o son muy estructurados y acartonados, o son demasiado flexibles
y por lo tanto caóticos. La verdad es que no ha habido grupo coordinador
que haya podido con el paquete de organizar un Encuentro que cumpla
con las expectativas de todo el mundo. Y sin embargo, los encuentros
se realizan, pero muchas de las mujeres se quejan...
Ya luego, tras el periplo siempre pesado de la inscripción, nos instalaron
en un delicioso hotel a la orilla del mar Caribe, acariciadas por la
tibia brisa tropical, un verdadero agasajo para los sentidos.
El lema de este VIII Encuentro fue: "Apostando a la Construcción de
un Movimiento Feminista Amplio, Diverso y Rebelde". Evidentemente se
trata de un movimiento tan amplio que cabe de todo, diverso no hay ninguna
duda de que lo es, pero lo rebelde ya no está tan claro. Las organizadoras
propusieron que se trabajara sobre tres ejes temáticos: 1) El feminismo
frente a los viejos y nuevos modelos de dominación, 2) El feminismo
como movimiento social y 3) Perspectivas del feminismo latinoamericano.
En casi todos los talleres se discutieron los ejes, pero a través de
la expresión corporal y la representación visual. Se hizo teatro, danza,
collages, dramatizaciones, "performance", dibujos, esculturas, videos.
En alguno también se utilizó la creación literaria y en otros se eligió
la forma más tradicional: sentarse y hablar. La idea era muy buena y
el resultado fue excelente para muchas mujeres y para algunos de los
talleres. Hubo quien pensó que eso de hacer teatro o expresión corporal
era un horror y hubo otras, muchas, que estaban encantadas.
Una mujer que me escuchó hablar me preguntó: "Feminismo, ¿qué significa
eso? ¿Que no es lo mismo el movimiento feminista que las organizaciones
de mujeres?"
Lo único que animó una aburrida plenaria en una salón demasiado pequeño
y caliente fue el grupo de haitianas que muy ofendidas pensaba abandonar
el Encuentro ya que sólo se hablaba en español y no se había previsto
la traducción simultánea. Mea culpa de la comisión organizadora y de
ahí en adelante todo se tenía que decir primero en español y luego en
francés.
Por ser políticamente correctas, se mató de esa manera a las dos plenarias
que hubo. Sin lugar a dudas que las haitianas tienen la razón y no sólo
ellas, un encuentro latinoamericano y caribeño DEBE contemplar en su
presupuesto la traducción simultánea al inglés, al francés y al portugués,
por lo menos para las plenarias y si se puede más, mejor.
De que el movimiento feminista en la región ha avanzado en las últimas
tres décadas no le queda la menor duda a nadie. Sin embargo, cuando
se trata de hacer un balance de qué se quería y qué se ha logrado vemos
las diferentes opiniones y cada cual apunta a otro aspecto. Se parte
del hecho de que hay una crisis en el feminismo, un malestar, una incomodidad
y quizá una despolitización y también se proponen soluciones diversas:
desde el empoderamiento hasta la revuelta. El movimiento feminista a
partir de la década de 1980 se volcó hacia afuera, hacia la política
formal. Quizá se puede decir que en los primeros años del movimiento
se vivía una tiranía de la intolerancia; sin embargo, pienso que hoy
vivimos inmersas en la tiranía de la tolerancia: hay que asumir la diversidad
y respetar todas las diferencias.
La diversidad es una riqueza, pero también puede ser un obstáculo, se
dijo con razón. A finales de la década de 1999, a finales de siglo y
de milenio el movimiento feminista en América Latina y el Caribe se
ve renovado por mujeres jóvenes; en este Encuentro por lo menos la mitad
eran mujeres de entre 25 y 35 años. Además, se da una recuperación de
lo lúdico y lo artístico sin que llegue, sin embargo, a dominar la alegría
como sucedía hace veinte años. La parte lúdica se quiso integrar en
la organización misma del Encuentro y, en cambio, durante el tiempo
libre, por las noches, lo festivo y lo lúdico brilló por su ausencia.
¿Será que incluso la parte lúdica que tenía el movimiento feminista
se ha visto institucionalizada y ya no se da de manera espontánea, por
fuera de la estructura del Encuentro?
Algunos de los retos que se presentan para el movimiento feminista frente
a esta manifiesta insatisfacción que se hizo patente son: qué hacer
frente al proceso de institucionalización y burocratización del feminismo,
qué hacer con lo perverso de la profesionalización de las feministas,
cómo enfrentar la tendencia a un feminismo light, a que reine lo tibio,
qué pensamos de la autonomía del movimiento y cómo actuar frente a las
jóvenes. Hay que volver a lo nuestro y fortalecer las relaciones entre
nosotras, dijeron varias.
La cuestión del poder es un gran problema y el gran miedo de algunas
es que la radicalización pueda dividir... Así, mujeres de casi toda
América Latina, el Caribe y de otras partes del mundo, se encontraron
o desencontraron de muchas maneras durante cuatro días, medio se cargaron
las pilas de la rebelión y salieron a las calles de Santo Domingo, con
pálidas consignas y gritos poco pasionales.
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