La guerra del físico Alan Sokal para ridiculizar a los filósofos posmodernos
El mundo al revés
Antonio Arellano Hernández
A principios de 1996, el físico estadunidense Alan Sokal desató un escándalo en los medios científicos e intelectuales de su país y Francia, principalmente, a propósito de la denuncia de las supuestas imposturas científicas de ciertos influyentes intelectuales franceses como Deleuze, Lacan, Kristeva, Virilio, Baudrillard, Latour y Serres.
El escándalo se desarrolló en tres actos. Comenzó en abril de 1996, cuando Alan Sokal, profesor de física de la Universidad de Nueva York, firmó el artículo "Transgressing the Boundaries: Toward a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity", en el número 46/47, pp. 217-252, de la revista Social Text (por cierto, sin comité de lectura). El texto, como reconoció Sokal, estaba repleto de "absurdos e ilogismos flagrantes"; por ejemplo, afirma categóricamente que "la realidad física, lo mismo que la realidad social, es fundamentalmente una construcción lingüística y social".
El segundo acto tuvo lugar cuando en "A Physicist
Experiments with Cultural Studies", en la revista Lingua
Franca, mayo/junio de 1996, pp. 62-64, explica que el escrito
publicado en Social Text era la broma de un físico
destinada a mostrar cuán fácil era publicar en una
revista de ciencias sociales textos anticientíficos. El trataba
de mostrar que los textos culturales se caracterizan por ser
irracionalistas, elaboraciones teóricas sin referentes
empíricos, y por tratar a las ciencias como "narraciones". No
conforme con el resultado de su parodia y aclaración posterior,
Sokal envió de nueva cuenta un artículo a Social
Text, intitulado "Transgressing the Boundaries: An Afterword",
cuya publicación fue firmemente rechazada, pero que
apareció en el número 43 de Dissent, de
1996.
Posterior a los tres artículos, en 1997 Sokal publicó en coautoría con Jean Bricmont, físico teórico belga de la Universidad de Louvaine, el libro Impostures Intellectuelles (disponible en español como Imposturas intelectuales, Paidós). El objetivo era sistematizar sus ataques contra la "impostura científica", el relativismo epistémico y eso que se ubica como el posmodernismo en ciencia.
De las tres primeras publicaciones surgió el escándalo que se propagó en diferentes comunidades de intelectuales, científicos y público en general, intercambiándose millones de bytes desde diferentes partes del mundo por Internet. El sitio web del affaire Sokal presenta los documentos básicos del debate, los ocho sitios con mayor número de contribuciones, las entrevistas a Sokal y otros protagonistas, algunos de los libros en los que se abordan las imposturas intelectuales y otros sitios de interés (http://www.physics.nyu.edu/faculty/sokal/index.html).
Aunado a lo anterior, se ha producido toda una gran masa de comunicaciones que circulan por diversos diarios de Estados Unidos, Francia, Países Escandinavos, Brasil, etcétera. Sólo en el sitio del cotidiano Libération, por ejemplo, más de 200 contribuciones han sido recibidas entre el 30 de septiembre de 1997 y el 30 de noviembre de 1999. Desgraciadamente, todo eso pasa muy lejos de los medios mexicanos, con excepción de La Jornada, diario en el que se han publicado dos artículos: en uno se llama a mantener separadas las disciplinas (Albaine) y en otro se dice que los verdaderos enemigos son los burócratas que restringen los presupuestos para la ciencia (Barrón).
En la acción emprendida por Sokal saltan a nuestra vista dos situaciones relativamente nuevas en la construcción de los debates. De un lado, la sustitución de la confrontación de argumentos construidos racionalmente por mecanismos de desacreditación ritual del contrincante; de otro, la instauración de "nuevos esquemas de experimentación cultural".
En el primer caso, Sokal trata de eludir el cuestionamiento de los argumentos posmodernos mediante la ridiculización del oponente y la parodia de imposturas científicas. Intenta sustituir la epistemología por una especie de, valga la pena el neologismo, imagenología, en el sentido de que se trata de una construcción-deconstrucción de imágenes de los intelectuales.
Así, en la trastocación de la estructura del debate moderno, una buena parte del público se divide por la simpatía o antipatía ante la broma y los efectos ridiculizantes de sus opositores. Desde luego, no podría decirse que en la modernidad la ridiculización no forme parte de los debates; sin embargo, ésta era suplementaria de los procesos de argumentación.
Por otro lado, el término "experimento" que utiliza Sokal trastoca la noción moderna de experimentación. El ha dicho que la publicación secuencial de sus dos textos fueron un experimento de un físico en temas de estudios culturales. Supone alegremente que si en física se siguen protocolos experimentales, en ciencias sociales no, y que su experiencia de publicar una superchería en una revista de ciencias sociales de izquierda sin comité de lectura se puede generalizar a las revistas en ciencias sociales. Desconociendo la larga trayectoria de la observación y la participación social de los intelectuales, Sokal nos muestra una arista del mejor humor gringo nutrido de posmodernismo.
Las evidencias empleadas por Sokal en su demostración contra el posmodernismo son inconsistentes para refutar la obra intelectual de los autores denunciados, tal como ha reconocido con Bricmont: "No hemos planteado en ningún momento que esto (las imposturas) invalide el resto de su trabajo, sobre el que somos explícitamente agnósticos". Si ambos censores demostraran cabalmente la impostura de ciertos autores eso sólo permitiría, en el mejor de los casos, ridiculizar su imagen en tanto intelectuales apegados al rigor científico, pero no refutaría los argumentos que sostienen en el campo de sus disciplinas.
Como en el mundo al revés, queriéndose comportar como buen moderno, racional y empírico, Sokal ha resultado ser buen posmoderno, innovador de la experimentación social y la argumentación racional, transformándola en procesos de ridiculización. Ha afirmado que su interés consiste en crear un ambiente de interrelación entre ciencias exactas y humanidades; sin embargo, el resultado ha sido la intensificación de la guerra entre ciencias. El colmo de lo alrevesado es que el físico Sokal no es conocido por algún progreso en su disciplina, sino por sus supercherías en estudios culturales.
Sería deseable que el affaire se instalara en nuestro país para despertar el interés del público sobre el papel de la investigación científica y la reflexión intelectual, así como para sacar a la luz un debate entre científicos e intelectuales que por ahora se desarrolla al cobijo de laboratorios y cubículos.
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