La Jornada sábado 4 de diciembre de 1999

Juan Arturo Brennan
Llegan los visitantes

Después de tres décadas de ausencia, finalmente aparecieron en el Teatro de Bellas Artes los largamente esperados visitantes: a poco de su reciente puesta en escena en Guanajuato, en el contexto del Festival Internacional Cervantino, llegó a esta ciudad la ópera The visitors, compuesta por Carlos Chávez en 1953 sobre un libreto en inglés de Chester Kallman. Como era tristemente esperado y a pesar de que se ofrecieron sólo dos funciones, numerosas butacas vacías dieron testimonio del hecho de que nuestro público de ópera es básicamente villamelón, para utilizar un término deportivo en boga. ƑCuántas óperas hay en la historia de nuestra música? Y entre ellas, Ƒcuántas son buenas óperas, surgidas del trabajo de compositores importantes? Muy pocas, sin duda, lo cual no evitó que numerosos operópatas se quedaran agazapados en sus sillones, esperando con ansia impar la siguiente Traviata. Allá ellos.

The visitors no es una ópera fácil, ni mucho menos; es un drama musical muy de su época, es decir, cabalmente moderno, y su audición permite adivinar las enormes dificultades de su preparación y puesta a punto. Desde el punto de vista dramático, la única ópera de Chávez cuenta con un libreto inteligente y, por momentos, muy poético. En su tránsito por la elusiva y fascinante frontera entre el teatro y la realidad, Kallman propone un atractivo juego de espejos, reflejos y desdoblamientos que resultan muy aptos para glosar el tema central de The visitors, que es, finalmente, el amor. Para este libreto de Kallman, el compositor creó música que bien puede ser considerada una síntesis parcial de su pensamiento sonoro. En esta partitura operística no está el Chávez nacionalista de Sinfonía india, ni el Chávez tropical de Caballos de vapor; tampoco aparece por aquí del todo el Chávez experimental de los Soli, ni el Chávez profundamente abstracto de los conciertos para trombón y violoncello. Más bien, la música de The visitors habita las diagonales que unen esos vértices del polígono estilístico del compositor, con muchos lados y numerosos ángulos que delimita una superficie rica, variada y a veces contradictoria.

La música de esta ópera, sólida siempre y austera en general, tiene momentos de un lirismo parco y controlado que le van muy bien al contexto dramático del libreto de Kallman. Destacan en particular los tres pasajes con los que Chávez da inicio a cada uno de los actos de la ópera; son trozos musicales de singular dramatismo, breves y contundentes preludios a la acción escénica. El reparto de esta puesta de The visitors fue competente en grados diversos, aunque por momentos no tan homogéneo como pudiera desearse. Notable en particular el habitual aplomo escénico y vocal de Lourdes Ambriz, así como la inquietante presencia teatral de Encarnación Vázquez en un rol cuyas contradicciones intrínsecas fueron bien matizadas por la mezzosoprano. A su vez, el barítono Jesús Suaste exhibió el rico y controlado timbre de costumbre, con algunos toques de especial refinamiento. De los dos cantantes invitados, Randolph Locke corrió con mejor suerte; el bajo Marc Embree, de buena presencia escénica, careció un poco de la proyección necesaria en su registro profundo. Le correspondieron, sin embargo, algunos de los momentos teatrales más memorables de The visitors; por ejemplo, su caracterización de una espectral imagen salida directamente de La mascarada de la muerte roja, de Edgar Allan Poe.

Para su puesta en escena, Sergio Vela propuso algunos elementos que ya son usuales en su trabajo como director; el espacio acotado y abstraído, poblado de cambiantes geometrías, resultó un buen recurso para potenciar el distanciamiento y enfatizar el concepto del teatro dentro del teatro dentro del teatro. José Areán, al frente de la Orquesta del Teatro de Bellas Artes (que mostró en la sección de cuerdas algunas debilidades que parecían ya superadas), hizo una encomiable labor de preparación de esta difícil partitura de Chávez, a la cual sin duda contribuyó su experiencia continua en el campo de la música contemporánea. Sin duda, la habilidad añadida para mantener bajo un control más continuo los decibeles de la orquesta le vendrá con la experiencia en el foso. Buenas noticias a manera de corolario: el FIC ha publicado el libreto de Chester Kallman para The visitors, y se realiza una grabación de la ópera. Por aquello de que pudieran pasar otros 30 años.