La Jornada miércoles 1 de diciembre de 1999

Bernardo Bátiz Vázquez
Lo que se decide en el 2000

El incidente y posterior discusión que se desató a raíz de la revelación que hizo Marcelo Ebrard acerca de la cuantiosa gratificación que se asignó estando en Nacional Financiera el actual secretario de Hacienda, no es más que la punta de un iceberg gigantesco, que nos indica cuál es el concepto que tienen los políticos del partido oficial, y aun otros de partidos de oposición, que se han contagiado de las ideas patrimonialistas imperantes en el mundo del poder.

Al candidato Silva Herzog, aspirante a gobernar la capital de la República, le pareció inocuo presumir de su jubilación de 20 mil pesos, porque pensó que comparada con la de su compañero de partido, que es de más de 80 mil, significa muy poco, sólo que olvidó que miles de mexicanos que entregaron sus largas y penosas vidas al trabajo y que fueron al menos tan útiles al país como él, se tienen que conformar con pensiones mínimas de cuatrocientos o quinientos pesos. Comparada con esas jubilaciones que no producen júbilo, la de Silva Herzog es tan insultante como la Gurría.

Pero reitero, el monto de esas canonjías, la cachaza con la que se acepta que se reciben, son una muestra, un signo de lo que pasa en el país y de lo que hay que evitar para el futuro. Son la llamada de atención de lo que se juega en el 2000.

En las elecciones del año que viene, el último del siglo XX, se decidirá por los votantes, y para usar un término más amplio, por la sociedad mexicana, si continúan gobernando al país los mismos que lo han hecho hasta ahora, en general para su propio beneficio, o si hay un vuelco de fondo en la política nacional y se incorporan a los más importantes cargos públicos mexicanos con una visión diferente de lo que debe ser la política y el servicio público.

La oportunidad, la ocasión, como todas, es única y no hay que dejarla pasar; las cosas en México seguirán de mal en peor si se vuelve a consolidar el grupo de los priístas, aun cuando, por la lucha y la presencia de otros partidos, han surgido dentro de él concepciones moderadas y encaminadas a un cambio desde dentro, pues lo más probable es que prevalezcan los seguidores y servidores del dinero.

De los grupos de oposición, siguen siendo los más fuertes el PRD y el PAN, los que no pudieron (el salinismo metió la mano) unirse para asegurar la victoria; sin embargo, cualquiera de ellos puede ser mayoría, según se ven las cosas con realismo.

El PAN, en el que hay algunos dirigentes talentosos y sin duda muchos seguidores de buena fe, para su desgracia, se ha visto convertido en un partido proempresarial, copado por los "amigos de Fox" y arrastrado por ocurrencias, incongruencias y dicharachos no siempre graciosos, no siempre espontáneos, de su candidato; esta situación le acarrea dificultades y reduce sus votantes a clases altas y medias altas, beneficiadas con la situación, que ven en ese partido un cambio de personas, pero no social ni de rumbo económico.

El PRD, aun cuando superó su crisis interna, provocada por la tenaz lucha de grupos, y se unificó alrededor de sus dos candidatos principales, Cuauhtémoc Cárdenas y Andréz Manuel López Obrador, tiene aún mucho por hacer y madurar; entre otras cosas, establecer como lazo fundamental de coincidencia una convicción común y un espíritu de cuerpo del que aún carece, así como demostrar más contundentemente que su forma de gobernar es diferente a la tradicional.

De los partidos de menor militancia y presencia, el Verde Ecologista, que podría atraer a sectores no politizados de la sociedad, se ve estorbado porque quienes lo dirigen y lo usufructúan lo tratan como un asunto personal y a lo sumo familiar y no lo han dejado despegar, como sí lo ha logrado el PT, que supo deslindarse de su origen discutible por la cercanía de sus iniciadores al poder en el pasado sexenio.

Como se ve, lo que se juega en el 2000 es, así, o bien la continuidad de un sistema que gira alrededor de la codicia de poder y de dinero o un cambio hacia una nueva forma de gobierno, sobria y republicana, que garantice a la ciudadanía honradez en la administración pública y sentido de solidaridad social, con los defectos y fallas que hay aun en el pluralismo político; al menos, los votantes tendrán ya opciones de dónde escoger.