En Oaxaca

El personal de Salud maltrata y desprecia a las indígenas:
Cándida Jiménez, promotora de derechos de las mujeres

* Integrante de la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas
* Es de las pocas que ha desafiado los usos y costumbres de su comunidad

Aleyda Aguirre

En el Paso del Aguila, región ubicada entre el Papaloapan y el Itsmo de Oaxaca, las mujeres tienen miedo de ir a las clínicas médicas y a los hospitales locales porque dicen que el personal que ahí labora las maltrata y las menosprecia por ser indígenas, además de que en ciertos casos las someten a la esterilización. A punto de parir o con enfermedades terminales, prefieren la muerte a los insultos. Aunado a ello, muchas de ellas no están acostumbradas a acudir al doctor.
Cándida Jiménez Pérez, quien desde que tenía 14 años se inició como promotora social en su comunidad, y actualmente efectúa pláticas con mixes, chinantecas y zapotecas, acerca de los derechos humanos de las mujeres, da cuenta de ello: "las mujeres mueren de parto en Paso del Aguila, no es común que vayan al hospital; piensan que no tiene ningún sentido ir porque a veces son maltratadas, no son bien recibidas. Tienen mucho dolor y les dicen espérate, aguántate o las empiezan a insultar o no van porque el doctor les dice cosas como: 'por qué cuando hiciste a tu hijo no te dolió y cómo ahora gritas y lloras si no gritabas cuando te lo hicieron' y cosas así. Entonces la gran mayoría prefieren no ir".
Cándida es una de las pocas mujeres que ha hecho a un lado los usos y costumbres de su comunidad y desafiando la autoridad de su padre, impidió que la casaran cuando solamente contaba con 14 años. Aunque esto le valió cinco años de indiferencia de su progenitor, ella aprovechó esa desavenencia para estudiar con las promotoras con quienes se refugió y donde aprendió muchas cosas.
"Por naturaleza -dice- yo sabía que no era justo que nos obligaran a hacer lo que no queríamos, porque si somos humanas y pensamos igual, sí podemos hacer las cosas, por qué nos van a imponer una ley".
De las vivencias más indignantes que Cándida ha presenciado, destaca el caso de una señora, quien solo hablaba mixe, que acudió al Hospital Civil de Oaxaca por padecer cáncer en la matriz. "Yo le traducía lo que decía el médico, una persona asquerosa -cuenta con enojo- yo no le llamaría médico sino un bruto de la calle. Le decía 'cómo que te duele, que cochina, que apestosa, a poco no te dolía cuando tu marido te lo metía' ¡que expresión es esa!, yo tenía ganas de estrangularlo, no quería verlo. No me permitía traducirle, ni le preguntaba más nada, solamente la insultaba. Y hay varios como éste con los que me he topado.
"Lo único que logró con su actitud, es que la señora no vuelva más. Se va a morir; ahorita todavía vive, pero supongo que no tarda mucho, porque ella no quiso operarse, me imagino que le habrá hecho otras cosas después de que yo la dejé sola".
"Los médicos en lugar de ayudar y dar la atención, las orillan a que se nieguen y se escondan en sus casas y no vuelvan más". Comentó que aunque a las promotoras también les tocan los regaños, ella no dejará de brindarle apoyo a las mujeres de esa región y de otras si fuera necesario.
Además, expresó, "yo tengo que seguir trabajando, al igual que otras mujeres, para cambiar la actitud de los médicos y hacer valer la dignidad de las mujeres indígenas" . El trabajo que Cándida realiza en Oaxaca, está enfocado a orientar a las mujeres acerca de sus derechos, a proporcionarles información acerca de la anticoncepción "para que puedan evitar tener tantos hijos" y a que conozcan su cuerpo y ya no se quejen de que los médicos/as "les introduzcan aparatos".
Aunque ella misma ha sufrido la discriminación y la falta de oportunidades por el hecho de ser mujer, siente que las cosas están cambiando paulatinamente para las mujeres indígenas y ejemplo de ello son sus hermanas menores, quienes a partir de su experiencia, ya no fueron obligadas a casarse a edades tempranas y ahora pueden estudiar.
Cuando era niña, relata "no pude terminar la primaria, porque es parte de esa cultura o esas costumbres que no están bien. Decía mi papá que las mujeres no necesitamos documentos porque no íbamos a estudiar ni hacer nada más que tener hijos y cuidar la casa y por eso no nos sacó los documentos. Yo le dije que sí los necesitaba y sola saqué mi acta de nacimiento e hice la secundaria abierta por no tener esos papeles".
Aun y con esos incipientes cambios, comenta, en las comunidades indígenas los hombres tienen miedo a que las mujeres se reúnan, por eso, cuando tuvieron el Primer Encuentro de Mujeres Huicholas -en Nayarit- no las dejaron en ningún momento solas "llegaron al encuentro sin ser convocados y eran más que las mujeres: cerca 300 hombres y como 60 u 80 mujeres; todos ellos estaban alrededor de la mesa y nosotras adentro y todo el tiempo trabajamos así. Por un lado qué bueno porque así escuchan las propuestas y las admiten. Ahorita los gobernadores autónomos de las huicholas dijeron formalmente que iban a tomar en cuenta todas las propuestas de las mujeres".
Y todavía en algunas regiones, asegura, hay "algunos que no dejan ir a las mujeres a las reuniones porque piensan que ahí van a hablar de tonterías o en contra de ellos o simplemente creen que una mujer no tiene por qué ir a reuniones"
Cándida Jiménez Pérez es una indígena mixe de 30 años que pertenece a la Coordinadora Nacional de Mujeres Indígenas, quien asegura que su trabajo de promotora pro derechos femeninos no lo dejará nunca "ni siquiera por un marido".