Los autores de este libro ųel primero, profesor de la Facultad de Química y director general de Divulgación de la Ciencia de la UNAM; y el segundo, su hijo, de 17 añosų nos involucran en un recorrido en el que Andrea ųcasi un personaje borgesianoų nos lleva de la mano por diferentes partes de una casa, que podría ser la de cualquiera y también una parte del universo.

Andrea ve reflejada su imagen en algo que no es espejo, suficiente razón para hablar de algunas propiedades de los metales. De repente le duele la cabeza y así descubrimos la composición química de la aspirina. Una vez recuperada, nos lleva a la cocina y allí encontramos el oro más preciado de la humanidad antigua: el vidrio, y resulta también que algunos tipos de éste, como las paletas de dulce, se comen.

El tiempo corre y el reloj ųque no es de arenaų se rompe para mostrarnos las formas de la sal, su origen y sus funciones. Aún más: la noche llega y hace falta adentrarnos en "la caja de luz instantánea": los cerillos.

Y así encontramos el hule, las hormonas vegetales, los fertilizantes, los insecticidas, los jabones, las bebidas alcohólicas, la madera, el cemento, las pinturas, el impulso nervioso, los antiácidos, el perfume, las pilas, el sonido y la imagen, el papel, el pegamento, el nylon e incluso la memoria.

Lo interesante es descubrir que cualquier objeto cotidiano está relacionado con la química, y ésta es vinculada de forma sencilla e interesante por los autores con el contexto histórico y científico que acompaña a cada uno de los objetos estudiados.

Este libro, el cual forma parte de la colección Viaje al Centro de la Ciencia, nos lleva a inquietarnos sobre la construcción misma del universo y a apreciar las bondades de la ciencia con los ojos del investigador y la inquietud de un joven por descubrir el mundo que lo rodea.