La Jornada Semanal, 27 de junio de 1999
¿Cuál es la fascinación por esos dibujos animados japoneses de ojos enormes que clavan a niños y adolescentes frente al televisor y que los hacen gastar fortunas en historietas? Muchos de los protagonistas son gays, hermafroditas o chicos que se convierten en chicas y, en Japón, son los sex symbols de las púberes niponas. Pero en Latinoamérica las series se emiten censuradas, sin desnudos ni escenas de sexo, y con doblajes en los que gays y mujeres se confunden. Es decir, no se entendería nada si no fuera por las revistas que venden miles de ejemplares explicando lo que no se ve en televisión.
Los dibujos animados (anime) y cómics (manga) japoneses son un fenómeno masivo desde hace años. En los 60, Kimba, el león blanco de Ozamu Tezuka se convirtió en un personaje tan popular como cualquiera de Disney, y Astroboy gozó de una popularidad similar a la de un Mickey japonés. Con los años, esos dibujos de ojos grandes, cargadosÊde violencia y dramatismo, se convirtieron en uno de los productos de mayor consumo en Japón y un fenómeno de ventas en todo el mundo. En su país de origen, cada una de las miles de revistas sobre ellos vende aproximadamente seis millones de ejemplares, y se calcula que las lee el 40 por ciento de la población. Las hay de todos los géneros posibles: eróticas, históricas, humorísticas, deportivas, de cocina, de acción, de básquet, de animales, de autos, de rock, etcétera. En Japón, donde es más común producir series animadas que con actores, los dibujos animados que se pasan por la televisión japonesa, siempre en horario central, serían comparables a nuestras telenovelas. De toda esa producción, los chicos están obsesionados particularmente con Dragon Ball, Sailor Moon y todo el merchandising que los acompaña. Pero lejos de la aceptación casi unánime de la que gozan en Japón, las principales críticas que se le hacen al género en Occidente son cierta tendencia a las repeticiones, la carga de violencia y, más recientemente, la sorprendente carga de sexualidad ambigua que los caracteriza. Y es en esta última crítica a los dibujos animados de Japón (un país ajeno a la tradición judeocristiana y su código moral) donde el choque cultural es tan fuerte como sorprendente.
La chica perfecta es un chico
Después de una larga y desinteresada exposición a un cómic o dibujito japonés, el lector o espectador no iniciado puede caer en una comprensible confusión: es difícil distinguir a los personajes femeninos de los masculinos. En realidad, el problema no aparece con las chicas, que son escandalosamente femeninas y usan minúsculas minifaldas y cabelleras que arrastran por el piso. El problema es que el 80 por ciento de los varones de cómic japonés son andróginos, y que una gran cantidad de personajes secundarios sólo parecen poder definirse como gays, asexuados o hermafroditas. Uno de los más recientes estrenos, Ranma 1/2, es el ejemplo más evidente de estos programas para adolescentes, emitidos como si fueran para chicos, donde se ven las consecuencias de sus ambigüedades: confusiones en el doblaje, gays convertidos en chicas y cortes evidentes en los capítulos.
Ranma 1/2 es una serie adaptada del cómic original de 1988 escrito por la autora Rumiko Takahashi, hoy una de las mujeres más ricas y conocidas de Japón. Ranma Saotonome es un chico adolescente que, mientras practicaba artes marciales en China, tuvo la mala suerte de caer en una de las fosas de Jusenkyo, una región encantada. Todo el que cae en uno de sus arroyos carga con una maldición el resto de su vida: se transforma en la última persona o animal que se ahogó allí. En la fosa en la que cae Ranma murió una doncella, por eso se convierte en chica cada vez que se moja con agua fría. Pero el cambio no es permanente: vuelve a ser un varón al mojarse con agua caliente. De ahí el título de la serie, Ranma 1/2: mitad chico, mitad chica. Y de ahí que la historia de Ranma sea un compendio de sugerencias homoeróticas en clave de comedia. Cuando vuelve a Japón, Ranma es obligado por su familia a comprometerse con Akane Tendo, una chica que dice odiar a los hombres. Los enredos que conllevan el cambio de sexo y el romance entre Akane y Ranma son la base del argumento de la serie. Por supuesto, para que la transformación de Ranma quede bien clara, abundan los desnudos: escenas donde Akane se encuentra con su novio luciendo redondeados senos, Ranma cambiándose tras una ducha y amigos de Ranma comprobando al tacto que las curvas del joven Saotonome son reales. Cuando la televisión mexicana tuvo acceso a los capítulos, debe haberse dado cuenta de la potencial ``peligrosidad'' de estas escenas, en caso de que algún padre conservador se pusiera a ver dibujos animados con sus hijos. Por eso los capítulos están ``arreglados'' y las escenas más eróticas no se ven por televisión. Eso sí: Ranma sigue cambiando de sexo tres o cuatro veces por capítulo, aunque sin desnudos.
La chica perfecta es de otro planeta
Las series se emiten con otras confusiones que son responsabilidad directa del canal que las transmite. Una de las más notables es la que acontece en la primera temporada de Sailor Moon. Esta serie, adaptada de un cómic escrito en 1992 por Naoko Takeuchi (entonces una autora de 25 años, hoy una millonaria que se pasea en Ferrari y sufre un acoso de fans comparable al de una estrella de rock), es uno de los dibujos animados para chicas más popular del mundo: toneladas de merchandising, innumerables parodias eróticas y adaptaciones para películas en video, cine y discos compactos de banda sonora. Sailor Moon cuenta la historia de unas guerreras galácticas míticas que despiertan cada vez que el Universo está en problemas, aunque conservan todas las características adolescentes: siguen yendo a la escuela, se enamoran de jovencitos, están preocupadas por la ropa, el maquillaje y las dietas. El destino del Universo es un matriarcado: las guerreras no tienen por qué masculinizarse para ser poderosas. Pero tienen que luchar con los más siniestros villanos. Es aquí cuando el doblaje traiciona por primera vez al espectador. En la primera parte (Sailor Moon está dividida en cinco sagas), aparecen los villanos del Megaverso, un universo paralelo que amenaza con destruir a éste. Sus lugartenientes son dos guerreros: Malachai y Zoycite. Malachai es un atractivo guerrero de larga cabellera; Zoycite, su ``compañera'', lucha junto a él y le oculta su apasionado amor (Malachai no le corresponde). Pero el problema es que, en la versión original, Zoycite no era una guerrera, sino un guerrero. Andrógino, muy femenino, pero hombrecito. Basta con ver el dibujo: Zoycite no tiene senos, cuando los senos de las mujeres de los dibujos animados japoneses suelen ser bastante grandes.
Guerreras mágicas es un anime adaptado del manga del grupo Clamp, un estudio de mujeres guionistas y dibujantes especializadas en manga homoerótico. Aguila, un guerrero legendario, pasó toda la serie siendo guerrera. Y antes, hace muchos años, cuando se estrenó Robotech (una serie que adaptaba tres mangas japonesas y era producida en Estados Unidos), uno de los protagonistas, Zor, pasó varios capítulos doblado con voz femenina. El error fue subsanado cuando Zor, herido, apareció semidesnudo en una cama de hospital, con evidente físico masculino. El doblaje viene ``arreglado'' para las audiencias infantiles de Latinoamérica.
Anime Queer
En la última parte de Sailor Moon aparecen nuevos guerreros, los Sailor Starlights, tres chicos que tienen una banda estilo Backstreet Boys y que se ``transforman'' en esculturales mujeres enfundadas en cuero, casi con un look sadomasoquista, cuando se disponen a luchar. Pero también existen mangas que tocan directamente el tema gay, como El corazón de Thomas o el nuevo y explícito Zetsuai 1989/Bronze (la historia del romance entre dos varones de 18 años, uno estrella de rock y otro crack de futbol). El clásico es La canción del viento y el árbol. Trata sobre dos chicos en un internado: uno es el prostituto del colegio (es decir, el que recibe dinero por sus favores), y el otro el que trata de rescatarlo porque lo ama. Editado en 1976, provocó un escándalo en Japón. Se consigue en video rebautizado como Sanctus. Pero, contrariamente a lo que Occidente podría pensar, los cómics homoeróticos no los dibujan hombres ni están dirigidos al público gay: son mangas y animes para chicas adolescentes.
Las chicas los prefieren andróginos
En Japón, el cómic para mujeres se llama Shojo manga. Por lo general, no falta en él una relación homoerótica, aunque con escasa dedicación al lesbianismo y particular predilección por lo gay y lo andrógino. A raíz de esta fascinación femenina por el universo homoerótico, han surgido nuevos estilos y definiciones. La más importante es el yaoi: historias de romances gay masculinos escritas por fans, combinando personajes de diferentes series. El cómic gay profesional -para diferenciarlo del yaoi aficionado- se llama june. El yaoi es casi pornográfico mientras el june es más romántico. Y después queda el shounen ai (o ``amor de chicos'', en el que el sexo no es explícito). En general, los protagonistas de estas historias se llaman bishounen, que quiere decir ``chico lindo'' y que es una antigua categoría estética japonesa utilizada para referirse a la fascinación por adolescentes de entre 13 y 16 años. Ochenta por ciento de los protagonistas de manga son bishounen, tanto villanos como héroes: chicos lindos, bastante andróginos, una suerte de Lolitas masculinos que enloquecen a las adolescentes japonesas.
Así, con el desembarco sistemático de bishounen que conquistan a las púberes fuera de Japón, empiezan a llegar varias interpretaciones para este fenómeno. La primera es que los personajes hombres ambiguos permiten a las chicas experimentar fantasías que les son negadas a la mujeres en la sociedad japonesa. Otra teoría sostiene que las definiciones de género son mucho más tenues en la cultura japonesa (el idioma carece de sustantivos femeninos y masculinos) ya que, por ejemplo, es frecuente que al padre también se le pueda decir ``mamá'' indistintamente. Pero para Matthew Thom, antropólogo de la universidad norteamericana de Columbia y estudioso del Shojo manga, que realizó trabajos de campo con lectoras ajenas al bagaje cultural japonés, el asunto tiene que ver con que el manga femenino homoerótico provee un universo dominado por mujeres, en el que para las chicas es mucho más sencillo explorar su sexualidad.