"Es
mejor quedarse callado y olvidar. Es lo único que debemos
hacer. Tenemos que olvidar. Y esto no va a ocurrir abriendo
casos, mandando a la gente a la cárcel. OL-VI-DAR: esta
es la palabra, los dos lados tienen que olvidar y seguir
trabajando"
Augusto Pinochet, 13 de septiembre de 1995, dos días después
del 22º aniversario del golpe militar |
Carmen
Castillo, escritora y cineasta chilena
LA DICTADURA, GRAN MAQUINA DEL OLVIDO, CONVIRTIO
A CHILE EN PAIS DE LA AMNESIA GENERAL
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Diálogo
con Ximena Bedregal
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Carmen
Castillo
Cineasta
y escritora chilena, exilada en Francia, madre
de 4 hijos, uno de los cuales murió. Fue militante
del MIR (Movimiento de Izquierda Revolucionaria). El 5 de
octubre de 1974 (por delación de Marcia Merino "la
flaca Alejandra", militante que se transformó
en agente de la policía política -DINA- de Pinochet
-) cae la casa donde vivía clandestina junto a su compañero
Miguel Enríquez (máximo dirigente del MIR).
Miguel y otros militantes son asesinados, Carmen, embarazada,
cae presa y es torturada. Como consecuencia de las torturas,
el hijo de ambos muere poco después de nacido.
Carmen es autora de dos libros: Un día de octubre
en Santiago y Punto de Fuga así
como de varias películas sobre Chile y México.
La más conocida (ha sido transmitida en México
por canal 11) es La flaca Alejandra, donde esta mujer confiesa
su participación como delatora e integrante de la DINA.
La película fue premiada en 1994 con la FIPA d'or y
en 1995 con la Nestor Almendros Award.
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Ximena
Bedregal:
Carmen, además de hablar de tu obra y tus éxitos
como cineasta, quiero poner un tema que, aunque todavía
afecta a decenas de miles de chilenas/os, en estas democracias
que son una desgracia, es uno de los no temas: El exilio,
en especial el exilio como mujeres. Somos dos mujeres de la misma
generación, ambas feministas, ambas chilenas exiladas por
la dictadura de Pinochet, y ambas somos "no retornadas",
otro elemento más a integrar en nuestras identidades.
Insistiendo en sacar al exilio de los temas del olvido, empiezo
diciendo qué es para mí el exilio y preguntándote
a ti qué ha sido en tu vida.
Para mí el exilio es la imposición violenta de un
abismo en la integridad de nuestras referencias. En ninguna parte,
ni aquí, ni allá, me leo completa. En cada lugar
me falta un pedazo de mí, en cada lugar hay una parte inefable,
e incaptable por las/los demás. Y ese abismo es irreparable,
no es posible rellenarlo, la única solución es construir
algún puente que te permita cruzar de un lado al otro con
el menor dolor.
Carmen Castillo: Siento
como tú que es un dolor insalvable, un quiebre que te obliga
a un estado de extranjera donde estés. La dictadura es
la gran máquina del olvido y con el exilio te tratan de
imponer una amnesia, una no lectura de nuestro Chile, una no lectura
de ti misma completa. Y esto o se trabaja o una se muere y no
son palabras, muchas mujeres murieron de mil maneras, de autodestrucción
consciente o no. Beatriz Allende denuncia al exilio con su suicidio
en el 76, otras - ante la imposibilidad de concebir otra cosa
más que el retorno- vuelven, sin condiciones, a la clandestinidad,
a la muerte.
Frente a la máquina del olvido, junto a construir nuevas
posibilidades de existencia cotidiana tuvimos que trabajar la
memoria, los recuerdos porque si estos se vuelven estáticos,
si se hacen obsesión y nostalgia se transforman en algo
parecido al olvido porque mata y si nos mataba, era el torturador
el que había ganado. Tuvimos que hacer que el recuerdo
fuera algo humano, aferrarlo a la vida. Fabricar y refabricar
la culpa de sobrevivir te mete fácilmente en un verdadero
culto a la muerte. Aquellos que ya no estaban, aquello que ya
no existía, tenía que intervenir en mi presente
no como una fotografía estática sino como una experiencia
que me enseña a visualizar lo otro, al otro. Y esto no
es fácil porque el exilio endurece tus memorias, la necesidad
de aferrarte te hace sectaria, dogmática.
X.B. Las memorias y
el olvido, temas centrales en nuestras vidas y temas centrales
en el Chile de hoy.
C.C. Si, el olvido
se construye tanto cuando una memoria se fija hasta hacerse estática
como cuando se borra. Yo he tenido que trabajar mucho mis memorias.
El libro Un día de octubre en Santiago fue fundamental
en mi trabajo con la memoria, mi pelea contra una memoria rígida
que podía quedarse pegada, porque buscaba responderme ¿a
través de que afectos y que encuentros se puede seguir
viviendo y no darle el gusto al torturador? Es el primer relato
de lo que sucedió ese 5 de octubre de 1974 cuando cae la
casa en que vivíamos clandestinos y asesinan a Miguel Enríquez
(ver recuadro) . Con estos apuntes y la pregunta a muchos exilados
¿donde estabas tú ese día?, más el
testimonio de una sobreviviente del centro de tortura de la calle
José Domingo Cañas, voy reconstruyendo (me) la mecánica
del torturador y de la sobreviviente. Mientras trabajaba, en Francia,
en una tienda para ganarme la vida, fui escribiendo y escribiendo
en un cuaderno y luego, esa materia viva de recuerdos, se convirtió
en el libro.
X.B.- ¿Y qué
te pasa cuando vas a Chile, cuando ves ese país que ya
es otro, cuando ves el desafecto a "los retornados"
y las bromas sobre "el exilio dorado" y tu no retorno,
cuando te dicen "la francesita" como a mi "la mexicanita",
además así, en diminutivo?
C.C.- Ya no tengo problema
en decir "aquí no puedo vivir", yo que he sobrevivido
gracias al trabajo de la memoria, no puedo vivir en un país
de la amnesia general. Soy chilena, de esas chilenas de la ruptura
que produjo la dictadura. Tengo derecho a pensar y actuar como
esa chilena aunque no esté viviendo en Chile. Afuera puedo
seguir trabajando las memorias, las mías y las de ese país
y lo hago porque hay otros que me dan la posibilidad de hacerlo
con mis documentales. Mientras más hablemos y digamos lo
que pasó y lo que pasa ahora, más podremos librarnos
de los traumas y construir otra democracia.
Como ciudadana del mundo lo miro todo con mis experiencias de
chilena, porque el exilio me llevó a entender el mundo
como un territorio que nos concierne a todas/os, me voy sintiendo
ciudadana del mundo sin dejar de ser chilena, lo que sucede en
el mundo me concierne y tengo el derecho y la necesidad de pensarlo,
opinar, intervenir. Esta es una de las líneas de vida que
pude sacar del dolor del exilio.
X.B.- Las mujeres en
la cultura patriarcal vivimos de por si una especie de exilio
de nosotras mismas, somos "lo otro", sin memoria, sin
historia, sin genealogía propia en una cultura hecha por
y para otros. Los viajes son simbólicamente - y prácticamente
hasta hace pocas décadas - asunto de hombres que les permite
volver con mas autoridad, experiencia, enriquecidos por la aventura.
Ellos tienen permiso social para romper y traspasar fronteras
mientras la mujer espera en su lugar manteniendo el origen de
ellos, el lugar a donde pueden volver.
Las que salimos exiladas, castigadas por nuestra propia posición
o detrás del marido, conocimos el feminismo afuera, o sea
contactamos con los instrumentos para entendernos y para integrar
la fragmentación de nuestras existencias cuando ya no podíamos
contactar con nuestros orígenes concretos, con muchos de
esos fragmentos. En este sentido siento que el exilio obliga a
las mujeres a dobles o triples procesos y la carga con dobles
o triples ausencias.
C.C. Yo creo que el
exilio fue más doloroso para nosotras, un sentimiento de
retroceso hasta que nos encontramos con el feminismo. Fueron mujeres
las que a mi me ayudaron a encontrar una nueva manera de recordar,
de vivir y pensar que no la teníamos antes. En ese sentido,
su experiencia se ligó a mi historia.
En los trabajos que he hecho posteriormente me doy cuenta que
las mujeres procesamos dolores muy profundos que los hombres no
logran contactar o expresar, por ejemplo durante el documental
sobre la "flaca Alejandra" (ver recuadro), me di cuenta
que las mujeres encontraban las palabras del dolor para relacionar
sus vivencias con su condición de mujer, la experiencia
del exilio e incluso como se insertaron antes. Por algo pongo
en mis trabajos a las mujeres, también entrevisto a hombres
pero no los pongo por que al editar los veo más abstractos,
en mis películas son mujeres las que hacen la reflexión
de los campos de concentración, del exilio. Ya en el exilio
también veo una gran diferencia de vivir las relaciones.
Esa historia y reflexión nuestra hace falta también
en Chile; cuando voy a Chile y presento mis trabajos veo la necesidad
de la juventud de conocer esa otra parte de la historia, el cómo
éramos, cómo vivíamos, qué sentíamos
y allá mis trabajos circulan casi únicamente de
mano en mano.
X.B. La forma en que
militábamos en los partidos ha sido reflexionada por el
feminismo, también el modo específico en que se
empleó la violencia de los torturadores hacia las mujeres.
Lo que creo que no ha sido suficientemente reflexionado es el
exilio de las mujeres como tal.
C.C. La violencia ha sido relatada, sí, pero no se si tanto
la militancia. Yo he hablado mucho con mujeres ex combatientes
chilenas, argentinas y uruguayas sobre, por ejemplo, nuestra relación
con las armas. ¿era un símbolo de poder, una prolongación
fálica o había en nuestro modo de tenerlas y usarlas
algo particular? El feminismo nos obligó a reflexionar
cosas como estas.
X.B. ¿Y cual
es la conclusión?
C.C. Yo no quiero idealizar
porque la mujer torturadora fue la más cruel, desde el
sin poder cuando accede al poder es peor que el hombre, pero también
vimos que muchas de nosotras no vivíamos las armas como
un símbolo de poder, nos relacionábamos con ellas
como con algo indispensable para vivir, las despreciábamos
como poder en sí... no eran un juguete para sentirnos poderosas.
X.B. Tu perteneces
a una línea paterna de conocidos políticos chilenos
y fuiste la compañera del máximo dirigente del MIR,
que muere como se entiende un héroe: traicionado, combatiendo
contra los esbirros de la dictadura. ¿qué peso ha
tenido esto en tu ser mujer?
C.C. Tuve un rechazo
corporal a convertirme en la viuda de un héroe, primero
porque mi relación con Miguel fue una historia de amor
que nunca determinó mi rol social. Si la muerte no me había
aplastado no podía permitir que me aplastara el amor. A
la militancia no me llevo un hombre sino el sentirme viva, por
lo tanto mi plenitud para vivir, para combatir la muerte que traía
como experiencia, no podía estar en relación a la
imagen de un hombre aunque lo amara. Esto lo logré gracias
al apoyo y la mirada de otras mujeres que me ayudaron a combatir
al aparato, a la institución que te obliga a someterte
a un cierto rol, mujeres que me decían "no te instales
en algo que no eres tú" y eso fue muy difícil
pero cuando dije NO, nadie pudo obligarme a más nada.
X.B. Tu eres fundamentalmente
cineasta y has contado cómo tu trabajo te ayudo a procesar
los dolores del exilio pero ¿por qué elegiste el
cine, que tiene el cine que te resultó mejor instrumento
de creación y de auto re-creación?
C.C. Primero porque
le tengo un respeto paralizante a la escritura. Sólo he
logrado escribir y publicar cuando ya no podía más,
cuando ponerle palabras a los hechos era algo vital para superar
el miedo. Ya te conté como escribí Un Día
de Octubre en Santiago y luego el otro libro, Punto de Fuga sale
de lo que me produce mi primer retorno a Chile en el 87, la angustia
de no reconocer nada, un relato sincero sobre lo que es enfrentar
el desfase entre exilio y regreso en sólo 15 días
que fue el tiempo del permiso de estadía que me dio la
dictadura.
Lo de la Flaca Alejandra, era también un tema obsesivo
para mi, por eso empiezo escribiendo, pero de pronto me doy cuenta
que quiero filmar, con la escritura ya no podía mostrar
lo que necesitaba, requería otros lenguajes. Me lancé
con la inconsciencia de quien no sabe, pero a partir de ahí
se creó un núcleo de complicidad entre mi creación
y el cine. La escritura requiere de una forma de soledad que no
puedo.
Es fácil quedarse pegada en el pasado, como una foto fija,
y para quienes tenemos que mover el pasado y necesitamos una memoria
en movimiento, del devenir - si no, te hundes, te aplastas- hay
que poner la foto fija en movimiento para que te ayude a vivir.
Hay que ponerle al relato más lenguajes, todos los que
hablan dentro tuyo para seguir viviendo, para inventar, para seguir
luchando.
X.B. En este sentido
¿qué te pasó cuando hiciste el documental
de la Flaca Alejandra?
C.C. Llegué
a hacer esa película después de un enorme trabajo
con la memoria, en el pensamiento y en la emoción. Yo logro
llegar con una emoción neutra, tratando que no salgan confusiones
de culpabilidades ni perdones, con el objetivo de que el espectador
decidiera. Lo que ambas teníamos en común era la
relación con la muerte y yo vengo a escuchar la otra parte
de esa relación, vengo a tratar de que hable de su relación
con el torturador, yo ya había trabajado mucho la situación
de la tortura y sabía que en ese momento podía estar
junto a ella sin juzgarla. Nos juntamos para hacer un trabajo
y luego ella siguió su vida y yo la mía.
Aunque logré mantener ese estado durante la edición,
porque sabía bien lo que quería hacer, en ese período
surgieron cosas fuertes, por ejemplo vuelve la muerte de mi niño,
el duelo de mi hijo lo comencé durante ese trabajo (ver
recuadro). Nuevamente tuve el apoyo de quienes me decían
"no te quedes pegada, vamos a seguirle mirando y trabajando"
Después vino la polémica que despertó la
película, lo que me gusta porque significa que hace pensar,
hablar, recordar y tomar posición sobre hechos hasta ahora
mudos; pero últimamente - en el contexto del juicio a Pinochet-
la volví a ver y me conmocionó mucho, fue fuerte,
muy fuerte para mi.
X.B. Tu trabajo cinematográfico
es fundamentalmente sobre y en Chile.
C.C. Sí, ya
no puedo estar en Chile sólo por estar; no puedo ir sin
un proyecto mío. Es como que para sentirme bien allá
necesito estar releyendo, retrabajando a ese mi país. Mis
trabajos son fundamentales para contactar con Chile, para estar
allá.
X.B. Ultimamente has
hecho películas sobre México.
C.C. Hice La verdadera
leyenda del subcomandante Marcos porque pretendo que no surja
una caricatura de lo que fuimos, me interesa mucho este nuevo
invento de radicalidad del zapatismo que no se la dan las armas
sino lo no negociable aunque fue bien importante que estuvieran
armados al comienzo.
También acabo de terminar El bolero, una educación
amorosa, un viaje totalmente personal al bolero, a la música
y a mis amigas de México, es mi bolero mexicano, esta tierra
de la amistad, este territorio para mí, femenino.
X.B. ¿Nuevos
proyectos?
C.C. Tenemos un proyecto
con Patricio Guzmán - el cineasta chileno- sobre Chile
a partir del juicio a Pinochet, una reflexión sobre todo
esta época. Son dos tipos de documentales. El haría
el gran documental sobre el proceso, la jurisprudencia, la legislación
etc. y yo haría un documental en tono menor donde trabajo
con y sobre tres mujeres.
X.B. ¿por qué
sería "en tono menor"?
C.C. Bueno, porque
no serían los grandes análisis, sino lo humano de
la experimentación, la experiencia.
X.B. ¿No será
al revés, tu harías el tono mayor y él el
marco para comprender eso?
C.C. Bueno... tal vez
tienes razón. |
Ver también: CASA
DE CITAS, ¿Olvido, perdón o traición a
la memoria?
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