La Jornada 25 de noviembre de 1998

MURIO GARCIA PANIAGUA

Elena Gallegos Ť De Javier García Paniagua, el ex presidente José López Portillo escribió: ¡Es tan especial y misterioso! Estuvo metido en las estructuras de seguridad nacional -``los sótanos del sistema'', en lenguaje más llano- y vivió sus momentos de gloria cuando pudo haber sido presidente de la República... pero no fue.

La decisión que hace a un lado a García Paniagua y favorece a Miguel de la Madrid es considerada por los ortodoxos -dadas las características de ambos- como un parteaguas en la vida del PRI, la línea que marca la irrupción de los tecnócratas y el lento desplazamiento de los políticos-políticos.

Cuentan que por eso, desilusionado de las nuevas formas de hacer política -se distanció de Miguel de la Madrid desde que éste era candidato-, y luego de algunas reapariciones, terminó retirándose de la vida pública. Sin embargo, la trayectoria de este personaje pinta, como pocas, a la más rancia generación de políticos que comulgaban con el nacionalismo revolucionario. García Paniagua murió ayer víctima de un infarto

Hijo del general Marcelino García Barragán, se formó en las antesalas del poder, pero alcanzó el rango de protagonista en la escena nacional en el sexenio lópezportillista. Defendió como nadie la memoria de su padre, quien fungía como secretario de la Defensa Nacional en el aciago 68.

Los seguidores del general y su hijo cuentan que García Barragán tuvo la oportunidad -varias son las versiones que circulan sobre el origen de la oferta- de darle golpe de mano al presidente Gustavo Díaz Ordaz y que ``a mentadas'' rechazó tal propuesta.

Acudió por última vez a un informe de gobierno en 1996, el segundo de Ernesto Zedillo. Acompañado por Luis Téllez, entonces jefe de la Oficina de la Presidencia, y de Fernando Gutiérrez Barrios, con quien compartió responsabilidades en Gobernación (al igual que este último fue titular de la Dirección Federal de Seguridad), García Paniagua mostraba signos de una salud menguada, aseguran quienes lo vieron.

En las asambleas del PRI, sus ausencias -las más de las veces- eran una pincelada para la crónica. Lejos de los reflectores, los actos y los discursos, García Paniagua pasó los últimos años entre su rancho El Zopilote Mojado -por los rumbos de Sayula-, y sus residencias en Ciudad del Sol (Guadalajara) y el Pedregal de San Angel (Ciudad de México).

Antes, mucho antes del ocaso, cuando López Portillo se mudó a Los Pinos -dicen que su hermana Margarita le tenía especial simpatía-, la carrera de García Paniagua (ya había sido gerente del Banco Regional Agrícola en Michoacán, delegado del PRI en varios estados y senador de la República) fue en permanente ascenso. De la Federal de Seguridad saltó a la Subsecretaría de Gobernación y de ahí a la Secretaría de la Reforma Agraria.

A finales de 1980 su nombre ya se mencionaba con insistencia entre los posibles sucesores del Presidente. Designado por éste para asistir en su representación al informe del gobernador de Oaxaca, Eliseo Jiménez Ruiz, García Paniagua fue acosado por los reporteros, quienes deseaban arrancarle la confesión de que efectivamente tenía aspiraciones para la grande.

Eran tiempos en los que imperaba la trillada máxima fideliana de ``el que se mueve no sale en la foto''. Muy distinto a lo que ocurre ahora: los que querían decían que... ¡no! y se les iba en lanzarle flores al gran elector. Esto es, al presidente en turno. Pero en esa ocasión, García Paniagua rompió las reglas y, sin decirlo, muy a la manera de los políticos de su generación, lo dijo:

-¿Cómo ve la sucesión presidencial? -le insistieron los periodistas.

-¡Al término de la distancia! -respondió con voz suave y con una sonrisa indescifrable. Al día siguiente, esas cinco palabras ocuparon los grandes titulares de varios diarios capitalinos y fueron objeto de análisis en las columnas políticas.

Más o menos en ese tiempo, López Portillo anotó en su diario: ``Dentro de un año y cuatro meses ya debería haber candidato''. Luego hizo un balance de los hombres que estaban en su ánimo: ``Olivares Santana, paternal y conciliador. De la Madrid, más inteligente, se está frenando después de haber sacado el Plan Global. Ojeda trabaja seco y bien. De la Vega... discreto. García Paniagua replegado y con muy buena prensa. Me temo que añora el área que en Gobernación tenía y no se resigna a soltarla del todo...''

En marzo del año siguiente y en lo que se conoció como un ``enroque'', García Paniagua relevó a Gustavo Carvajal Moreno en la presidencia del CEN del PRI. Lejos de que sus posibilidades se vieran disminuidas -``el dirigente del partido no juega en ese juego'', sentenció alguna vez Alfonso Corona del Rosal- parecieron incrementarse. García Paniagua recorrió todo el país y, siempre de acuerdo con sus seguidores, ``le dio nueva vida al priísmo''.

No sólo eso, en las especulaciones de los analistas, a García Paniagua le favorecían también sus nexos con el Ejército. Se decía que los generales lo veían con simpatía y agregaban a su saldo que el secretario de la Defensa Nacional, Félix Galván López, había sido cercanísimo colaborador de su papá, el general García Barragán.

En su destino no estaba portar la banda presidencial. López Portillo lo recuerda así en Mis tiempos: ``Los dos últimos posibles precandidatos eran Javier García Paniagua y Miguel de la Madrid. En el camino y por distintas razones fueron rezagándose los demás. Quedaron esos dos. Uno, para el caso que se desordenara el país por la crisis económica y se necesitara una mano fuerte y de sabia raíz popular. El otro, para el caso de que la expresión crítica fueran fundamentalmente financiera...''

De la decisión se desprende que la expresión crítica en aquel septiembre de 1981 era ``fundamentalmente financiera''. Luego de tomar la determinación en favor de De la Madrid, López Portillo citó a García Paniagua para darle la noticia. Narra ese momento: ``Primero hablé con Javier, hosco pero leal y resuelto aceptó las cosas como irremediables y me protestó su lealtad''.

La historia de García Paniagua -a diferencia de la de muchos otros que pudieron haber sido y no fueron- no terminó ahí. De la Madrid arrancaba su campaña, en la alharaca de multitudes y matracas, y la comodidad del partido único.

El candidato lo llamó y le pidió para su gente las posiciones claves de la directiva del partido. Era lo que se estilaba. Le dijo que necesitaba las secretarías General, de Organización y de Prensa, además del IEPES. García Paniagua contuvo el enojo pero la respuesta no pudo ser más dura: ``¿Y por qué no... todo?'' Y se fue.

Ese mismo día, Manuel Bartlett se hizo cargo de la Secretaría General; Miguel González Avelar de Prensa y Carlos Salinas de Gortari del IEPES. Su actitud fue elogiada en los corrillos políticos. García Paniagua ¡se había atrevido a desafiar al próximo presidente!

Para evitar un cisma, López Portillo designó a García Paniagua como secretario del Trabajo, pero casi nunca apareció por las oficinas que estaban a su cargo. Al tomar posesión De la Madrid, el político jalisciense se retiró. Habría de volver -se especula que por intermediación de Manuel Camacho Solís- seis años después, al principio del salinismo, como secretario de Protección y Vialidad. No duró mucho. Después, el presidente lo nombró director de la Lotería Nacional. Ese fue el último puesto que ocupó en la administración pública.

Hace unos meses, un reportero se topó con él y le soltó: ``A usted se le clasifica como uno de los dinosaurios del PRI''. Enfadado, muy quedo -porque siempre hablaba así, quedito-, le replicó: ``¡¿Será por el tamaño de los huevos?!''