En la madrugada del día de Todos los Santos, en Cancún, murió tranquilamente, sin alarde alguno, como vivió, don José González Torres. La noche anterior habló en un Congreso Mariano sobre uno de los muchos temas que constituían su misma vida: la Virgen María. No estuve presente, pero quienes lo escucharon testifican que, como solía, estuvo brillante, inteligente y emotivo. Culmino su vida sin rendirse, sin dejar de luchar por sus ideales y convicciones; creo que desde niño, hasta su muerte, a los 79 años, no dejó de hacer algo en el camino hacia su meta, fijada muy claramente en la adolescencia.
``Por Dios y por la Patria'' fue el lema que aprendió en la ACJM (Acción Católica de la Juventud Mexicana) y nunca dejó de tenerlo como estrella polar en sus múltiples recorridos por México y el mundo.
Don José fue, en efecto, un gran católico y gran patriota. Militó en el Partido Acción Nacional (PAN) muchos años de su vida y llegó a ser secretario de organización, secretario general y presidente del partido; en 1964, compitió por la Presidencia de la República en una de las campañas más difíciles y escasas de recursos en la historia del PAN. Algunos de sus compañeros de lucha, se sentían medio avergonzados de que un candidato a la presidencia fuera un hombre de pocos recursos económicos que vivía en casa alquilada, sin automóvil --nunca lo tuvo-- y que vistiera siempre de negro.
Pero ese político pobre, contraste del modelo de político oficialista enriquecido y soberbio, logró con su trabajo constante, su palabra clara y congruente, fundar la estructura que mantuvo al PAN vivo y activante durante más de veinte años.
En 1992, después de una lucha de, al menos tres años, para que el partido no aceptara el subsidio oficial, no abandonara los principios por el pragmatismo y no cambiara su doctrina de justicia social por el neoliberalismo salinista, don José junto con otros compañeros, entre los que yo me conté, se separó de Acción Nacional.
En esa difícil, dolorosa circunstancia, en los momentos de definición, expresó en una frase su convicción y a todos nos alentó a tomar la decisión: ``Por deber ingresé al PAN, por deber me retiro de él''.
Y en efecto, el deber fue la motivación constante de sus acciones. Fue un abogado sabio y competente, maestro de Derecho en varias escuelas, dedicado a su despacho, hubiera podido hacer fortuna como tantos otros, pero prefirió ser abogado de pobres y dedicar lo mejor de su energía y su tiempo a empresas menos productivas en lo económico, pero más altas y, sin duda, más satisfactorias.
Fue fundador y director de la Escuela de Derecho de la Universidad Salesiana, organizó una editorial, presidió, además del partido, Acción Católica y, a nivel mundial, Pax Romana, y la Organización de Ex Alumnos Salesianos. Al final de su vida, llena de salud y energía, como siempre se conservó hasta el último minuto, impulsaba la fundación del Foro Social Cristiano, en formación actualmente.
Al escribir estas palabras recuerdo la frase de Hillaire Belloc: ``Hay principios, valores y creencias que no están sujetos a la ley de la muerte y perduran a través de los siglos, a pesar de los intentos por desaparecerlos y sin necesidad de muros y letras doradas''. Don José merece más que muchos recuerdos materializados en bronce, pero la marca que deja y la semilla que sembró valen más y lo harán perdurar más hondamente.