Catálogo de denuncias desde el pase de la charola
Juan Manuel Venegas, Enrique Méndez y Roberto Garduño Ť Desde aquel 23 de febrero de 1993, fecha en que el regiomontano Bernardo Garza Sada aceptó el reto de Emilio Azcárraga Milmo para poner en la ``charola'' 25 millones de dólares para la campaña del PRI en 1994, comenzaron a descubrirse ante la opinión pública las formas en que el Partido Revolucionario Institucional se allegaba cuantiosos recursos, sin límite ni explicación alguna.
Esta fue la primera vez que se documentó un hecho que en la historia del PRI fue objeto de denuncia de la oposición política, que nunca pudo demostrar. Hasta entonces, el Revolucionario Institucional recibió recursos públicos y privados incuantificables. En los últimos cuatro años se ha despeñado una ``avalancha de sucesos'' que pone en entredicho el respeto a los topes económicos de las campañas electorales. Lo que no sucedió en más de 60 años se ha prodigado en tan solo cuatro.
Al pase de ``charola'' organizado por Carlos Salinas de Gortari siguió la presentación de las cajas con las pruebas del excesivo gasto de Roberto Madrazo Pintado en su campaña en Tabasco, los apoyos de personajes como Gerardo de Prevoisin, la colaboración de Carlos Cabal Peniche y el pago de seguros del equipo de campaña de Ernesto Zedillo, que presuntamente realizó Angel Isidoro Rodríguez, El Divino.
Charola con 25 millones de dólares
De aquel encuentro efectuado en la casa de Antonio Ortiz Mena --una cena con los hombres más ricos del país, a la que convocó el dirigente del PRI en aquel tiempo, Genaro Borrego Estrada, por orden del presidente Carlos Salinas de Gortari-- surgió una historia en la que las finanzas de ese partido se han visto involucradas.
En aquella ocasión, ilustró El Economista, Borrego Estrada pidió a los hombres de negocios que aceptaran la invitación porque ``seguramente asistirá el Presidente de la República'', y que contribuyeran a un fondo de 75 millones de pesos (equivalente entonces a 25 millones de dólares) para el PRI.
``He ganado tanto dinero en estos años que me comprometo a reunir para el PRI una cantidad mayor'', fue la primera respuesta, la de Emilio Azcárraga Milmo. A esta reacción siguió una sugerencia entre los presentes: ``que hablen los de Monterrey''. Y Bernardo Garza Sada no se quedó con las ganas: ``como Emilio va a reunir más, me comprometo a promediar con él para que cada uno aporte 25 millones de dólares''.
Pero aún más, los empresarios aceptaron con gusto la solicitud para que aquella cantidad fuera de ``piso'' y no de ``techo''. Fue el inició del escándalo, la caída de Borrego Estrada y el descubrimiento público de cómo los priístas solicitaban dinero a sus huestes.
Pruebas contra Madrazo Pintado
Por primera vez en la historia política de México, el 10 de junio de 1995 quedó al descubierto el costo de una campaña política priísta para gobernador. Roberto Madrazo Pintado, actual jefe del Ejecutivo de Tabasco, invirtió en sus tareas proselitistas 237 millones de pesos, cien más de lo que oficialmente gastó Ernesto Zedillo en 1994.
Aquella revelación que hizo Andrés Manuel López Obrador, fue resumida por Santiago Creel: ``no se vale lo que están haciendo con los mexicanosÉ no es posible que los mexicanos sigamos siendo agraviados en la política''.
Quedó al descubierto la ilegal y escandalosa iniquidad en la distribución y forma de allegarse recursos en el PRI. En el caso estuvo involucrada Banca Confía, la institución del hoy preso Jorge Lankenau, porque el manejo de los 237 millones de pesos se efectuó en cuatro cuentas de cheques de ese banco.
Ese dinero fue derramado en manos de periodistas, políticos, observadores, pastores evangélicos, iglesias, empresarios, concesionarios de autotransporte: un universo de personas que se beneficiaron con la ``generosa'' campaña del aún gobernador de Tabasco.
Pero aquellos 237 millones de pesos sobrepasaron toda proporción. En 1994 la campaña presidencial del PRI costó 137 millones de pesos, cantidad equivalente a la que invirtió William Clinton en 1992 para llegar a la Casa Blanca: 50 millones de dólares.
Revelaciones de prófugos de la justicia mexicana
La sombra del escándalo cubrió, apenas en julio pasado, las arcas del PRI. Gerardo de Prevoisin, el hombre sobre el que pesa una acusación de fraude por 72 millones de dólares cometido contra Aereoméxico, dijo desde su autoexilio en Europa, y una vez en manos de la justicia francesa, que es inocente, porque 8 millones de esa cantidad la entregó como aportación voluntaria al PRI, y con la aprobación del Consejo de Administración de la aerolínea.
El PRI reaccionó con un desplegado público, la dirigencia priísta negó rotundamente que De Prevoisin hubiese realizado alguna aportación económica a su favor: ``no se pueden tomar como ciertas y verdaderas las imputaciones que alguien quiera hacer mediante simples referencias sin fundamento o sin elementos que las amparen''.
Pero en una avalancha de desatinos, el secretario general priísta, Carlos Rojas Gutiérrez, ya había aceptado que el empresario De Prevoisin hizo donativos a su partido, como lo hubiera hecho con otras instituciones como la Cruz Roja, y que éstos son recibidos por el PRI ``de buena fe'', y que el ex zar de la aviación en México, como se conoce a De Prevoisin, se realizaron ``a título personal y en representación de la empresa que él dirigía''.
Por otra parte, El Divino anunció que también aportó recursos a la campaña presidencial priísta. Que pagó los seguros de vida de todo el equipo de campaña de Ernesto Zedillo y que rentó la torre inteligente que sirvió como casa de campaña del candidato ubicada en Cuicuilco --que hoy ocupan las oficinas de la empresa Elektra.
El pasado 11 de agosto, en Tabasco, siguió abierta la caja de Pandora en relación con los gastos de campaña de Roberto Madrazo Pintado. Emmanuel Ruiz Subiaur afirmó que sí hubo dinero de Carlos Cabal Peniche en la campaña del aún gobernador, y confirmó que Cabal, como presidente del consejo de administración de Banco Unión otorgó 4 millones de dólares y consideró que ``fue un error del PRI'' local aceptar ese tipo de apoyo.
La denuncia la confirmó el ex consejero de Banco Unión, Arístides Prats Salazar, y abrió más el abanico pues recordó que el apoyo de Cabal Peniche también corrió a la campaña presidencial de 1994, ya que el banquero consideraba que era una ``inversión política''.
En una reunión efectuada en el hotel Holliday Inn --hoy Camino Real--, Cabal Peniche dijo a sus socios que aquella decisión de entregar dinero al PRI era normal y que ``así lo hacía todo el mundo''. Nos dijo que no era nada nuevo y que todos los banqueros mexicanos aportaban sumas cuantiosas para aquellos candidatos con los que tenían simpatía y significaban una inversión política.