La Jornada Semanal, 19 de julio de 1998



Nilo Palenzuela

Invenciones para Vicente Rojo

Dice el crítico canario Nilo Palenzuela que Vicente Rojo ``se ha mantenido en un estado de permanente receptividad''. Esto le ha permitido ``mirar en todas las direcciones'', ver la lluvia sobre México o moverse, con talentosa prudencia, por los escenarios urbanos. Este ensayo apareció con motivo de la exposición de Vicente Rojo en el Reina Sofía de Madrid.

1. En los ojos del pintor se deletrean las cifras que mueven el universo. Al principio halla un paisaje ancestral donde se reflejan los soles, mientras que en el centro del lago, que la ciudad ha borrado, deja caer una pequeña escultura que lleva los anillos de la luna. Desde el fondo del tiempo asciende la luz hasta la superficie.

2. Durante la noche del Viajero con los cinco sentidos abrasados, se acerca hasta el centro de las aguas y deja precipitar la escultura del sol: el lago ha cubierto las ciudades desde México, DF, a Barcelona; estremece el lenguaje en el ojo que todos llevamos dentro para percibir el milagro del mundo.

3. Ignorar es saber, señala un viejo principio poético. Pero se necesita haber transitado por los paisajes del laberinto y conocer el sabor agridulce de los frutos prohibidos, donados por el azar, por los amigos, por las grietas metafísicas de la historia, para dar el salto hasta la terra incognita. La forma deja de ser entonces una conquista de la voluntad para devenir el espacio borrado de un viajero que se interna hacia los secretos del mundo. Vicente Rojo posee la sabiduría del Silencio. Ha dejado atrás el conocimiento primero y sus signos hacen visible: vienen de más allá de las fronteras.

4. Las palabras no pueden hablar de las apariciones de la pintura. Las palabras no pueden hablar de la poesía.

5. El pintor mexicano pertenece a los artistas tocados por la divinidad más extremadamente humana, pues se ha mantenido en un estado de permanente receptividad. No ha buscado entre los dioses, sino entre las voces, las cifras, las encrucijadas, los viejos muros pintados donde se halla el mundo de lo visible con su silencio estremecedor. Y si el pintor conoce los gestos radicales de Dubuffet y ve la brutal irreverencia ante el tiempo y la muerte de su contemporáneo mexicano José Luis Cuevas, su actitud es otra: habita la línea de separación del sol y de la noche. Puede mirar en todas las direcciones.

6. No conozco pintor más alejado de la egolatría y del culto a la personalidad. Es una de las figuras centrales de la pintura moderna mexicana y entre los españoles debe verse entre sus contemporáneos, con Saura, con Tˆpies o con Chillida. Y sin embargo rehúye siempre la presencia para permanecer allí en su vórtice crítico, distante, con la convicción más plena de que el milagro de la vida, de la poesía y el arte, constituyen sólo un destino.

7. En una litografía de 1920, Paul Klee dibuja un ángel que cruza las fronteras para servir un pequeño desayuno: para traer lo deseado. En cierto modo los Escenarios urbanos expuestos en la Galería Juan Gris de Madrid no hallan distancias entre los dominios de la revelación y el tiempo en que lo cotidiano nos envuelve. En sus escenarios van a incrustarse los gestos que toman la materia, las danzas de los deseos y el lado de extraña luz que llega del otro lado. Se puede asistir a estos tránsitos de la pintura en medio de la abstracción más extrema. Rojo hace reaparecer los enigmas de lo humano mientras asistimos al latido del universo.

8. Con paciencia de artesano, sin la prisa ni la tiranía de un yo que quiere imponerse a los desvelamientos del mundo, su obras muestran el sello de una arquitectura que guarda en su interior, casi celosamente, los tatuajes de los símbolos, de los soles y las lunas que llegan desde el fondo del tiempo. Arquitectura y color. Pintura y Metafísica. Sentido y fiesta de los sentidos.

9. Existen gestos que sólo pueden alcanzar un lugar después de un largo camino. Desde 1958 el pintor mexicano persiste en su aprendizaje. Sobre los muros de la galería de Miguel Fernández-Braso hoy se hallan cuatro pequeñas obras que siguen el paso de la infancia a la primavera, del otoño a la vejez. Hablan con colores y matices, con tramas y rugosidades, con soles súbitos que destellan un rayo multicolor. Hablan del ciclo del universo. Cuando nos acercamos a sus límites descubrimos el abismo que brota desde el fondo de un lago inaccesible y que se extiende entre ciudades distantes, entre vidas distantes, entre la infancia de un continente a las metamorfosis del país de Quetzalcóatl. Vemos cómo el reflejo de la escultura bajo las aguas abolidas de la Gran Ciudad sigue el curso de las constelaciones.

10. Rojo es un raro pintor. Sus cuadros adquieren una proporción cósmica y sin embargo es capaz de escuchar los pequeños detalles de la vida desde una sensibilidad extraordinaria. Sus formas desaparecen en la medida en que se transforman y dejan paso a otras formas. Sus colores urden zodiacos y armonías. Son, como en Paul Klee, de naturaleza musical. Por sus constelaciones late toda la ebriedad del color: sus fluctuaciones, sus variaciones, sus secretos diálogos, sus destellos de suma iluminación. Son ciudades y utopías, minaretes y torres en medio de pirámides y volcanes. Son laberintos por los que cruza un movimiento como una orgía entre las tejidas piedras. Rojo es un pintor metafísico y hermético que tiene la gracia de la sensualidad incrustada en medio de nuestros sueños cotidianos. Es, además, un pintor que siempre va más allá de sí mismo, siguiendo el camino secreto de sus transformaciones. Pero en sus obras se percibe la dureza en su más cálido estremecimiento. Como en el poema ``Ich bin Gott'', de Paul Klee, desde las Lluvias sobre México a los Escenarios urbanos, en estos laberintos constelados, puede percibirse el sonido y sentido de las metamorfosis, aun cuando estas palabras sólo son pronunciadas desde el fondo de su pintura: