Letra S, 4 de junio de 1998


Editorial

Desde hace más de una semana asistimos a una virulenta campaña de difamación y odio por parte de la arquidiócesis de México, a través de su órgano informativo Nuevo Criterio, dirigida contra el foro de "Diversidad sexual y derechos humanos" celebrado a principios de mayo en la sede de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Los organizadores y participantes a este foro --la fracción parlamentaria del PRD y las organizaciones asistentes-- son calificados por la arquidiócesis de promotores de "desviaciones sexuales", por apoyar, según un editorial del semanario, que se legisle "a favor de los matrimonios entre homosexuales".

A nuestro suplemento se le acusa de ser "corruptor" y querer imponer en la sociedad un criterio "gramsciano, subjetivo y relativista" (sic). Luego, sin precisar quién o quiénes deberán cumplir la cruzada punitiva, menciona que los responsables de contagiar a la sociedad corrompiéndola, "deben ser detenidos".

Al respecto debemos señalar primeramente nuestro rechazo tajante a prácticas de intimidación propias de sociedades autoritarias. La brújula eclesiástica anda extraviada: México no es una dictadura soñada por Franco o por Pinochet, ni es reclamo popular la exclusión social de las minorías sexuales. Nuestro suplemento tiene, desde su creación, el compromiso de informar a la población acerca de la realidad clínica y social de la pandemia del sida y contribuir a su erradicación. El resto, la cortina de humo que tiende la desinformación de Nuevo Criterio, no consigue ocultar la cerrazón y la ignorancia de quienes sueñan con un orden social donde la discriminación y la exclusión lleguen a remplazar a los valores de la hospitalidad, el respeto a la diversidad y la tolerancia.


La homofobia: "Si eres distinto a mí eres un monstruo"

Carlos Monsiváis

En 1954, un maestro de la Preparatoria, al explicarnos las posibilidades de la metáfora, nos dijo unos versos que inevitablemente memoricé:

Pobre del hombre que nació mujer,
más le valiera pegarse un tiro por doquier.

Por esas fechas, leí a Renato Leduc, un poeta excelente y un machólatra de tiempo completo:

Hay gran copia de efebos cuya impudicia aterra,
y dicen que son males que trajo la posguerra.

En la sabiduría de la época es incontrovertible la natural inferioridad, o, mejor, la evidente inhumanidad del homosexual. Quien practica el sexo con sus semejantes, carece de virtudes y sólo merece esa forma del perdón que es el choteo. Impensable entonces un término como homofobia, que cataloga casi clínicamente un odio o un rencor. En el vocabulario cotidiano Pinche puto resulta la descalificación última, y maricón es sinónimo de cobarde, al resultar la cobardía la traición descarada a la virilidad. No en balde Octavio Paz, en su gran poema "Piedra de sol", escribe:

"...el sodomita
que lleva por clavel en la solapa
un gargajo".

Tal vez llevado por el nominalismo, sólo creo útil hablar de homofobia a partir del momento en que sectores amplios en el mundo entero reconocen la monstruosidad de discriminar y hostigar a una persona o a una comunidad sobre la única base de su orientación sexual (legal en la mayoría de los países). ¿Es homófobo Renato Leduc cuando en 1932 escribe en Los banquetes: "Porque al fin y al cabo el uranismo* no es más que una de tantas éticas, una de tantas actitudes frente a la vida; es, por decirlo así, la actitud a gatas frente a la vida."? Es machista sin duda, y se ha especializado en el desprecio a los diferentes, los seres que le permiten valuar más altamente su machismo, pero no es homófobo porque nadie le recrimina tal actitud, que en ese momento no sólo es normal, también no admite censura. Leduc añade, en un rapto de elocuencia:

Ahora bien, puede afirmarse que la pederastía, como en el Derecho Romano la esclavitud, se adquiere con el nacimiento o por un hecho posterior, precisamente posterior, al nacimiento:

Pero los pederastas congénitos son, casi por definición, invertidos, anormales, enfermos y los otros son siempre ancianos impotentes o jóvenes degenerados cuya virilidad atrofiada no les deja otro recurso que recibir lo que ya no son capaces de dar.

No todos, ciertamente, insisten con furia en el linchamiento moral de los "desviados". Pero el tono exasperado del machismo es de batalla. Así por ejemplo, otro poeta extraordinario, Efraín Huerta, en su "Declaración de odio", envía estas líneas:

Te declaramos nuestro odio, magnifica ciudad.
A ti, a tus tristes y vulgarísimos burgueses,
a tus chicas de aire, caramelos y films americanos,
a tus juventudes icecream rellenas de basura,
a tus desenfrenados maricones que devastan
las escuelas, la plaza Garibaldi,
la viva y venenosa calle de San Juan de Letrán.

Odiar al "desenfrenado maricón" es parte de la estrategia histórica del patriarcado. Lo de menos es identificar al homosexual; lo que se quiere, como señalan los partidarios de la Queer Theory, es construir el paradigma heterosexual, en el caso de México mezclado por fuera con el paradigma nacional. El hombre nuevo que la Revolución entrega no puede asemejarse a las mujeres. Este sería el mensaje: "Si localizo a los seres abyectos, ubico el perfil de los seres virtuosos, entre ellos y en primer lugar, yo mismo, y mis virtudes pueden ser religiosas o patrióticas." A la homosexualidad (la conducta tanto más satanizada cuanto más imaginada) se le hacen cumplir funciones del espejo negro en donde si alguien es en verdad humano jamás se reflejará. Por eso, desde el punto de vista del entendimiento histórico, no tiene sentido aplicar retrospectivamente el criterio de homofobia, surgido del acuerdo social y cultural que rechaza la violencia discriminatoria, física, laboral o psicológica, utilizada contra quienes, en pleno uso de sus derechos constitucionales, manifiestan una orientación sexual distinta. Ni Jehová es homófobo al ordenar la evacuación ígnea de Sodoma (aunque al respecto John Boswell sostiene que no es tanto el asedio sexual como la falta de hospitalidad lo que determina el castigo divino) ni la palabra homofobia hubiese sido concebible antes de 1968.

"La desviación por falta de conciencia"En la primera mitad del siglo XX, y casi hasta los sesentas, lo usual es la penalización moral y judicial de la proclividad heterodoxa. Sin motivo alguno, con el solo argumento de las faltas a la moral y las buenas costumbres, los homosexuales (los jotos, para ser más específicos), son encarcelados en la célebre crujía J de Lecumberri, o enviados al penal de las Islas Marías. No se requieren juicios o sentencias, ni siquiera un defensor de oficio. Sólo hace falta saber que los desviados son menos que nadie. Aquí también, la homofobia, al reconocer positivamente el objeto de las agresiones, resultaría inconcebible.

Esto alcanza su límite con los asesinatos de homosexuales, prodigados a lo largo del siglo, y caracterizados por la extrema violencia, el número desproporcionado de golpes y puñaladas de saña no disminuida ante las evidencias de la muerte. A un "rarito" nunca se le mata lo suficiente. No en balde, en Estados Unidos para caracterizar este tipo de delitos se habla de Hate Crimes, crímenes del odio dirigidos contra la especie que pertenece la víctima. No son crímenes surgidos de motivos específicos, sino de la irracionalidad de quien al matar, por el solo hecho de hacerlo, se considera moralmente superior a la víctima. En Estados Unidos hay ya una comisión gubernamental, instalada por el presidente Clinton, contra los crímenes del odio. En México aún no se admite su existencia, y más bien, al ocurrir el crimen, ni la policía, ni el Ministerio Público, ni, en muchísmias ocasiones, las familias afectadas, se consideran en rigor ante un delito grave, sino ante un suceso a fin de cuentas de castigo moral. Así, hasta hace muy pocos años, la frase más repetida entre los muy escasos asesinos a quienes se detenía, da razón de la ideología machista: "Lo maté porque se lo merecía."

Históricamente la homofobia es señalable cuando se establecen internacionalmente los derechos de las minorías, esto a la luz de la revuelta de Stonewall en junio de 1969. Y en este contexto no son homofóbicas las antipatías o las desconfianzas o los recelos que los gays suscitan, algo inevitable por enraizado y muy difícil de eliminar incluso entre los propios gays. Homofobia es la movilización activa del prejuicio, la beligerancia que cancela derechos y niega con declaraciones lesivas y/o con actos la humanidad de los disidentes sexuales. Pongo el ejemplo de un político del Partido Acción Nacional (PAN), que, curiosamente, ha presidido en el Senado la Comisión de Cultura. El 17 de agosto de 1995, en La Jornada, Mauricio Fernández de la Garza afirma: "Volviendo al caso de la cultura, yo conozco muchísimos artistas que por lo que tú quieras, por razones que desconozco, el hecho de que tengan un grado mayor de hormonas femeninas les da unas sensibilidades encabronadas como artistas. Porque es uno de los ambientes en que coincide mucha gente; más que pensar que son jotos, se piensa que nacieron con una sensibilidad maravillosa... Cada grupo debe estar con los suyos: los católicos con los católicos, los budistas con los budistas, los jotos con los jotos, y tú ya sabes en donde es tu lugar.... No debe haber censura, pero sí una clasificación."

Qué bueno que en su proyecto de campos concentracionarios, no solicitó la reunión de los atrasados con los atrasados, porque eso atentaría contra la libertad de tránsito de los homófobos. El 26 de junio de 1995, el ayuntamiento panista de Mérida promulga su Reglamento de Espectáculos Públicos, donde se exige "respetar los tradicionales valores culturales, intelectuales, éticos, religiosos y artísticos característicos del pueblo yucateco, así como el respeto a la intimidad de las personas, a la genitalidad, a la sexualidad, el debido decoro que le corresponde a la reproducción del género humano, evitando su comercialización, mofa, disminución axiológica o la denigración de las preferencias sexuales respetadas por la mayoría social organizada de nuestros municipio". ¡Qué dictadura del disparate tan perfecta! A fines de milenio, un partido político decide resguardar los prejuicios, condimentándolos con lógica inigualable. En El Financiero del 7 de septiembre de 1995, el panista Alfonso Azcona Zabadúa predica: "En Veracruz los carnavales (disfrazados) y las semanas santas las toman los homosexuales en avanzadas multitudinarias, muchos de ellos se quedan a residir en este puerto, incluyendo los homosexuales de los alrededores, pero eso sí, todos, absolutamente todos, son de fuera, incluyendo al grupo gay Lenguaje Siglo XXI; quienes enfáticamente declararon: Que debe de existir una comunidad... Probablemente sugieran que cada veracruzano nos hagamos acompañar de un lilo. La tesis, de plano, empobrece y deprime ante esta declaración interna que no puede ocultar y se refugian en la declaración de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) de que el año 1995 es el Año internacional de la Tolerancia, sin considerar que significa indulgencia, condescendencia, pero tolerar también significa soportar, sufrir, aguantar, sobrellevar, disimular, y pregunto: ¿por qué imponerlo?"

La homofobia ya se caracteriza de manera distinta, cuando, no obstante su ferocidad, pertenece en su dimensión declaractiva al espacio del humor involuntario. Así, la esposa del alcalde panista de Guadalajara, César Coll, en Siglo 21, del 19 de junio de 1996, a la pregunta "¿Tiene conocimiento de que algún homosexual trabaja en su entorno?", contesta con infalible candor: "Que sepa, no. Nadie me ha dicho: Oiga, soy gay, aquí trabajo." Y en Creciendo en el amor, libro de texto obligatorio en escuelas particulares y promovido por las autoridades panistas de Jalisco y Michoacán, se estipula: "La homosexualidad es una costumbre desviada por falta de conciencia. Los homosexuales son neuróticos y sufren porque desvían la complementariedad. La función natural de la sexualidad es agradable debido a su fin procreativo." Mientras la sociedad, arraigada en el laicismo, tiende progresivamente a la tolerancia, la derecha vigoriza su homofobia, por lo demás una de sus grandes señales de identidad. (Este es el lema: Me defino por lo que odio y persigo.) El 18 de marzo de 1996, en La Jornada, Javier Soto Varela, oficial mayor de Desarrollo Social del Ayuntamiento de Guadalajara, es conminatorio: "En la administración panista que encabeza César Coll Carabias no deben encajar funcionarios que sean homosexuales o que no den un buen ejemplo de su vida personal o familiar... No se vale que en los gobiernos haya homosexuales o personas con una desviación escandalosa."

La homofobia de los panistas ha sido notable, y llama la atención porque antes del 6 de julio de 1997 formó parte de su proyecto de seducción social. Al alcalde panista de León, Luis Quirós Echegaray (El Nacional de León, 26 de abril de 1996), se le pregunta, a propósito de los gays: "¿Es natural que exista este tipo de personas?", y contesta con presteza: "No, no es natural, es natural que exista un burro, sabes que hay un hombre y una mujer, a los de en medio yo no les reconozco, ni creo que la sociedad deba reconocerlos." La invitación es inequívoca: a quien aluda el castigo a los transgresores morales se le ratificará su parcela celeste.Y el gobernador de Guanajuato, Vicente Fox es sentencioso (en A.M. de León, abril de 1996):

¿Apoya las acciones del alcalde Quirós contra los homosexuales?

¿Para qué me mete en este tema? Es una decisión del Ayuntamiento y me parece que la tomaron correctamente, actos degenerados no son buenos para la sociedad, no tiene por qué promoverlos el Estado. Para mí ese es un acto degenerativo.

¿Cuál es su opinión sobre los homosexuales?

Que es un acto degenerativo que va contra la naturaleza humana, es una degeneración. Como ciudadanos merecen todos mis respetos, no los va a apalear nadie, ni los va a molestar nadie, que hagan según su conciencia lo que se les antoje. Pero mi opinión es que es un acto degenerativo, es un acto contra natura.

El repertorio de la homofobia es extenso, pero ya no inagotable. En estos años se concentra en las declaraciones y las acciones de los bastiones del machismo y de los prejuicios y convicciones de la extrema derecha, apuntalada por el activismo clerical. Una prueba de ello es un número especial de Nuevo Criterio, el boletín de la Arquidiócesis de México, en contra de la "demanda" que nunca se dio en el Foro de la Diversidad Sexual (el matrimonio gay) y, ya afianzada la calumnia, en contra de cualquier derecho de los gays, calificados así con el término ostentoso del siglo XIX, contra natura. La campaña es vigorosa pero ocurre en una sociedad profundamente secularizada, y los resultados son previsibles: los prejuicios contribuyen a la infelicidad de personas y familias concretas pero ya no modifican el ritmo de la tolerancia y del uso de los derechos legítimos y legales.

*En la primera mitad del S. XX, se usó este termino desprendiéndolo del planeta Urano, por ser uno de los más alejados del Sol.