A través de personas a las que consulté, entre ellas Carlos Monsiváis (quien como yo, poquísimo sabía) supe que Ione Robinson regresó varias veces a México. De hecho, en 1939 hizo un viaje con Osorio-Tafall para tomar fotografías y apuntes dibujísticos de los niños, hijos de exiliados españoles, de la escuela México-España en Morelia. Previamente visitó los primeros campos de concentración en Francia e incluso pasó por Barcelona. Siempre estuvo del lado de la República y entrevistó a Winston Churchill, en Inglaterra, para expresarle sus preocupaciones. El estadista le mostró sus pinturas: ``eran más que un simple divertimento'', comentó Ione.
Después de 1940 existe un vacío sobre su trayectoria. Un joven editor a quien le mostré el retrato que Siqueiros le hizo, me dijo que él sí sabía de ella, remitiéndome con una dama de alcurnia que se había percatado de la precaria situación de Robinson. Le pregunté por su hija, nacida en 1935, de nombre Anne, pero no pudo decirme nada y las noticias que me dio de su persona no son alentadoras. En 1980 pintaba principalmente ramos de flores. Algunos de sus conocidos adquirían o le intercambiaban los cuadritos, pero eran trabajos medianos, cosa que no me causa extrañeza, porque las fotografías que tengo de retratos al óleo (principalmente niños) pintados en Europa, son bastante torpes. La última noticia que de ella se tuvo es trágica.
En 1987, Robinson vivía en un cuarto de hotel, probablemente el María Cristina y el alcoholismo la consumía. Nadie puede decirme si murió o si regresó a su país. La pintura La familia que se reprodujo el miércoles 11 de marzo ilustrando mi nota es su masterpiece. Cotejando con fotos de dibujos suyos reproducidos en A wall to paint on confirmo la idea de que se trata de una obra mancomunada con el modo de configurar (la mujer en primer término es arquetípica) y aun con el pincel de Julio Castellanos. Ione fue inteligente, persuasiva, sincera, observadora, fanática de aventuras e interesada genuinamente en muchas causas: los exiliados rusos y las huelgas en España ocupan su atención antes del inicio de la Guerra Civil española. Esta y la inminencia de la Segunda Guerra Mundial suceden a lo anterior. Trabajó en varios momentos de su vida como ilustradora para Vanity Fair y para Vogue. Realizó por encargo retratos al óleo y dibujos de ciertos personajes que le fueron cercanos, principalmente damas de sociedad.
Cierta ocasión le encargaron un retrato litográfico de Upton Sinclair. No conozco ninguna de estas obras, ni en fotografía. Fue sumamente proclive a procurar contactos con personajes ilustres, Octavio Paz incluido, situación que en buena medida tuvo lugar debido a que hablaba varios idiomas, a su flexibilidad de trato, a su impresionante bagaje informativo, a su incansable curiosidad y a que transminaba, sin ser periodista, genuina preocupación por todo lo que aconteció en el mundo que le tocó vivir.
Nunca pintó un mural. En 1933-1934 se asimiló al Federal Art Project del WPA, obsesionada por el periodo transcurrido en México, pero no estuvo cerca de las paredes públicas, ni siquiera como ayudante. Decidió radicar en Europa. Estuvo en Barcelona en 1938, donde se relacionó con Osorio-Tafall, quien le facilitó acceso a sitios donde los ``turistas de guerra'' (en todas partes y momentos los ha habido) no tenían acceso. Fue en Barcelona que empezó a tomar fotografías. Las que he visto reproducidas son superiores a sus dibujos y a sus paisajes o figuras al óleo que, repito, sólo conozco en reproducciones blanco y negro.
Su estancia en Europa antes de la guerra en una maison antigua, cercana al castillo de Chantilly, parece haber sido la más tranquila y agradable de su vida, menos avasallada por su continua inquietud viajera, financiada quizá por su ex esposo John Dallet. Fue entonces que la visitó su antiguo conocido: el historiador del arte Elie Faure.
A diferencia de Rosario Cabrera, Ione no era muy persistente en sus prácticas artísticas. Cabrera, quien coincidió con Rufino Tamayo en la ENBA, se quejó de que dos condiscípulos le echaban los canes con insistencia, cosa que le impedía trabajar con serenidad. Ione, en cambio, sabía sacar partido de las atracciones que suscitaba. Ambas mujeres, a juzgar por las fotografías que he visto, fueron muy bellas de jóvenes. Pero al contrario de lo que sucede con Cabrera, Ione Robinson es más personaje que promotora del arte, maestra o artista. No obstante, el fresco que no pintó, sí que lo dejó en el libro memorioso varias veces mencionado.
Nota: Agradezco a John Page de El Colegio de México su información. La dama que consulté me habló de un hijo, no de una hija de Ione. El hijo, que estuvo aquí en cierto momento, nació de su unión con un conde Sforza. La hija, Anne, parece haber desarrollado aversión hacia su madre, quien la abandonó no pocas veces. Convivieron bien en Chantilly, al menos.