Los significados de San Andrés
Gilberto López y Rivas
A dos años de la firma de San Andrés en materia de derechos y cultura indígena es importante reflexionar sobre la diversidad de significados de este documento y del proceso que acompañó su elaboración, no sólo para seguir en el tortuoso camino de la paz en México, sino para lograr la reconstrucción de una nación, cuya composición histórica y sociológica es pluriétnica, a través de la reforma democrática del Estado y la sociedad.
San Andrés simboliza ya a nivel mundial el incumplimiento de la palabra de un Estado para con los pueblos indígenas que conviven en su territorio, expresa las contradicciones del Estado nacional actual con relación a las etnias que luchan por sus derechos específicos. ``¡Cumplimiento de los Acuerdos de San Andrés!'' es una consigna que igual puede escucharse en las calles de las ciudades de nuestro país que en cualquiera de las capitales europeas, estadunidenses o latinoamericanas. Numerosas organizaciones sociales, gremiales y polí- ticas nacionales e internacionales han estado reclamando del gobierno federal que lleve a la práctica las reformas constitucionales, legales, institucionales y para el estado de Chiapas, así como el mejoramiento de las condiciones sociales, económicas y politicas de los indígenas acordadas el 16 de febrero de 1996.
Cuatro, al menos, son las razones para explicar la negativa del gobierno para cumplir los Acuerdos de San Andrés y para seguir, en cambio, una estrategia de contrainsurgencia a la par que la simulación de un diálogo.
1. Las ideologías predominantes en la clase politica del grupo gobernante, que no pueden aceptar marcos jurídicos que reconozcan más derechos que los del ciudadano, bajo el subterfugio de la igualdad formal ante la ley. Para estas mentalidades, los pueblos no son sujetos de derecho, ni es posible aceptar formas autonómicas en la organización del Estado con base en identidades étnicas. En San Andrés ``se revelaron los intereses de las clases en el poder, sus prejuicios hacia los indios y la resistencia de pensar formas nuevas de construcción de la nación -como formación social- y del Estado- como estructura juridico-política'' (Alicia Castellanos Guerrero y Gilberto López y Rivas, ``Autonomía y movimiento indígena en México: debates y desafíos''. Alteridades, año 7, Núm. 14, 1997.)
2. Para el sistema de partido de Estado, las autonomías rompen con las relaciones corporativas y clientelares que los aparatos gubernamentales y del partido oficial impusieron por décadas a los pueblos indios; ponen fin a la manipulación de las comunidades para la defraudación electoral.
3. Para el modelo económico vigente, las autonomías que San Andrés reconoce se levantan como un obstáculo para el acceso libre del capital a los recursos naturales y estratégicos que se encuentran en las tierras y los territorios de los pueblos indios. Para este modelo, los territorios deben estar vacíos de ``interferencias'' políticas o locales, que impidan el funcionamiento irrestricto del mercado.
4. El gobierno no quiere conceder a un grupo armado, del carácter y la naturaleza del EZLN, la victoria política de lograr una profunda reforma constitucional; tampoco desea alentar por extensión a que el ejemplo de los pueblos indios sea seguido por otros sujetos politicos de la sociedad mexicana en la actual coyuntura neoliberal, en la que nuevas formas de lucha social se dejan sentir de naturaleza étnica, de género, de defensa del medio ambien- te, de grupos de edad, de ciudadanos, etc.
Los Acuerdos de San Andrés también significan la concreción de una discusión profunda en torno a los derechos de los pueblos indios en México. Recordemos que en el proceso de elaboración de estos documentos participaron centenares de personas de toda la gama de las organizaciones indígenas, sociales y politicas del país. Así, los Acuerdos son el resultado del debate sobre la cuestión étnico nacional más representativo que se haya dado en México. Constituyen el consenso al que se arriba, en el contexto singular de una negociación entre un gobierno y un grupo armado, que supera prejuicios y atavismos académicos y politicos. Atrás quedaron las teorías del indigenismo integracionista o de participación, los paradigmas de las corrientes antropológicas que confinaban a los indios en los límites de la comunidad o las añoranzas de un indianismo dicotómico y fundamentalista. También los Acuer- dos conforman el punto de equilibrio entre las corrientes del propio movimiento indígena nacional para asumirse como un ente politico que concluye con éxito una negociación con clara ventaja para sus intereses y posiciones.
La autonomía de los pueblos indios, que reconocen los Acuer- dos, rompe con el ciclo histórico de la dominación de los indios ejercida por la Colonia y por el Estado Liberal. Establece las condiciones para la conformación de un sujeto que aspira al ejercicio pleno de sus derechos políticos como ciudadanos, pero también al ejercicio pleno de los derechos que les confiere su condición de pueblos. El grito de rebeldía de los zapatistas culmina, en cuanto a proyecto histórico en el ámbito indígena, con la firma de los Acuerdos de San Andrés, con todo y que en ese momento se inicia la lucha por su cumplimiento y cabal aplicación.
Asimismo, San Andrés implica el involucramiento de importantes sectores de la sociedad mestiza mexicana que se vieron impactados por la rebelión maya zapatista de 1994 y que, por primera vez, se plantean la cuestión étnica como una parte fundamental de su propia identidad nacional.
En ninguno de los procesos de paz conocidos a la fecha se habian sentado en la mesa de diálogo los representantes de la llamada ``sociedad civil'', participando de manera directa en la elaboración de los documentos que habrian de firmarse por las partes en pugna. Así, San Andrés también representa el triunfo de una forma de negociación democrática y de cara a la Nación que contrasta con la tradición y la cultura política del México posrevolucionario, tan acostumbrado a la componenda en la secrecía de las élites políticas.
San Andrés, por último, expresa la generosidad y la congruencia con los principios de un movimiento político y social mayoritariamente indígena que obliga a un gobierno autoritario y antidemocrático no sólo a reconocerlo como interlocutor nacional a través de una ley, sino capaz de hacerle firmar Acuerdos de la trascendencia y profundidad histórica de los de San Andrés.