La Jornada Semanal, 30 de marzo de 1997
A mediados de 1955, Jack Kerouac llegó a la ciudad de
México por cuarta ocasión, sin más
bártulos que su bolsa de dormir, una colección de sutras
budistas, un par de gastados jeans y una chamarra repelente al
agua. Como en otras ocasiones, llegó a la privada de Orizaba
210, ahora en busca del amigo yonqui roba-abrigos de Burroughs, Bill
Garver, que tenía sesenta años. Esta vez no se
instaló en el departamento de Garver sino en la azotea de la
privada, donde rentó un cuarto de adobe, sin luz ni agua, que
se cerraba con un candado ensartado en dos argollas mal atornilladas a
la puerta.
Por entonces, Kerouac vivía una época de furor budista. Jack quería iluminarse, conquistar el Nirvana, pagar sus deudas con su Karma y zambullirse en una eternidad de a de veras. Nada más parecía interesarle. Reza, salmodia, y en su guarida azotéica repite un sutra diferente cada día. Todos sus escritos de aquel tiempo reflejan claramente sus afanes nirvánicos que, obviamente, nunca implicaron la renuncia al alcohol, la marihuana, las anfetaminas y la morfina... Al parecer Jack se la creía... Incluso por entonces, tal y como aparece en Tristessa, durante varios meses fue casto y no tocó mujer alguna... El desenlace final de su búsqueda y de su vida ųun devastador alcoholismo con el que se autodestruyóų no deja de ser aleccionador.
Como escritor, Kerouac aún no había sido reconocido ni publicado ųsalvo una novela primeriza, editada en 1950. Aún faltaban dos años para que su obra magna, En el camino, se diera a conocer y lo convirtiera en el héroe reconocido de los narradores beat. Mientras tanto, tenía que conformarse con las sempiternas e incumplidas promesas de los editores y con la publicación de un extracto del libro en una revista.
Con todo, Jack atravesaba por el mejor momento de su carrera literaria. En esa época escribió sus mejores libros y mostró mejor que nunca su poderío literario. Claro y seguro de lo que quería como escritor, afianzado en su estilo, libre de una popularidad que al llegar lo hizo trastabillar, Kerouac encontró en su febril y sui generis búsqueda religiosa (que se convertiría en el modelo místico de miles de jóvenes de generaciones posteriores) a un maravilloso aliado que le ayudaría a pergeñar literariamente la ambiciosa leyenda de su vida. No olvidemos que, como Balzac, pretendía que todas sus obras constituyeran una sola, que tituló La leyenda de Dulouz.
En México, además de repetir oraciones budistas en su ermita de adobe, Jack fumaba marihuana, bebía bourbon y en ocasiones se inyectaba morfina con Bill Garver (Old Bull en Tristessa), un conversador abrumador (Burroughs no lo soportaba) que peroraba interminablemente tanto sobre las hazañas de Alejandro Magno como acerca de la poesía simbolista francesa. Un día, mientras escuchaba uno de estos soliloquios, a Kerouac se le ocurrió utilizar la voz de Garver como un mantra catalizador para escribir: "cogió su pluma y mientras su amigo hablaba comenzó a borronear palabras que se convirtieron en 242 poemas-fragmentos que hilvanó como si estuviera en una jamm session, improvisando libremente las oraciones, fraseando con el idioma, dejando que el lenguaje fluyera en un ritual literario que para él era lo mismo que orar..." El resultado fue el mejor libro de poesía que escribió: Mexico City Blues.
Mientras escribía MCB, Kerouac comenzó una especie de affaire platónico con la conecte de Garver y heroína de esta novela, Esperanza Villanueva, de quien se enamoró y a quien conoció tres años antes, cuando era la mujer de Dave Tesorero, el ex conecte de Burroughs, que había muerto en 1954. Esperanza era mexicana, "indígena pura", de veintitantos años, adicta a los opiáceos y a los sedantes, con fuertes y fundadas creencias católicas que impresionaron a Kerouac, inculta, prostituta, presumiblemente guapa (para Jack), delgada, irascible, tanto que cuando carecía de droga les armaba a Garver y a Kerouac espectaculares y violentas escenas en las que solía arrojarles objetos a la cabeza.
Una vez terminado Mexico City Blues, Kerouac se encerró en el cuarto de azotea, casi siempre bajo los efectos de la marihuana, e iluminado con una sola vela escribió la primera parte de Tristessa ųnombre con el que bautizó a Esperanza en la novelaų, donde narra sus vivencias con la joven mexicana. Cuando terminó la primera mitad del libro, en septiembre de 1955, Kerouac se sintió aburrido de México y decidió regresar a San Francisco. Poco antes de hacerlo, Allen Ginsberg le envió el manuscrito de un poema largo que Jack bautizó como Aullido y cuya difusión poco después constituiría el acta de nacimiento del movimiento beat.
Con los manuscritos de Mexico City Blues y de la primera parte de Tristessa metidos en su mochila de lona, Kerouac deja México y llega a Estados Unidos a mediados de septiembre, donde vive una serie de experiencias que contribuirían a forjar su leyenda: asiste a la lectura de Aullido que da Ginsberg en la Six Gallery de San Francisco, donde se gesta la maculada concepción de la literatura beat; conoce a Gary Snyder, el poeta zen, con quien trata fallidamente de subir la montaña Matterhorn y con quien vive un tiempo en su cabaña; escribe en casa de su hermana, en Carolina del Norte, Visiones de Gerard, en doce noches bajo los efectos de la benzedrina; escribe dos textos con fuertes soplos budistas: The scripture of the Golden Eternity y Old Angel Midnight; totalmente aislado trabaja dos meses como guardabosques en la Montaña de la Desolación, en Washington, donde ora y medita...
Un año después, a finales de septiembre de 1956, Kerouac regresó a la ciudad de México y se instaló de nuevo en el cuarto de azotea de Orizaba 210. Garver seguía viviendo en el mismo departamento y Esperanza continuaba pinchándose morfina e ingiriendo calmantes... Sólo que tanta droga había deteriorado su salud y su apariencia. Aunque Jack lo notaba, no por ello dejó de sentirse prendado a ella y de reconocerle toda una suerte de virtudes religiosas. Poco después de su reencuentro con Esperanza, Kerouac escribió la segunda parte de Tristessa, otra vez bajo la trémula luz de una vela que mal iluminaba su cuarto de azotea.
Cuando Kerouac terminó Tristessa y comenzaba a escribir la primera parte de su novela Los ángeles de la desolación, recibió la visita de los hermanos Marx, como Jack bautizó a Gregory Corso, Allen Ginsberg, Peter Orlovsky y el hermano de éste, Lafcadio. Juntos visitaron Teotihuacán, Xochimilco, Ciudad Universitaria, el club Bombay y Garibaldi, donde Jack y Peter se acostaron con un par de prostitutas mientras Ginsberg los aguardaba en la calle. Días después, Peter contrajo gonorrea... Finalmente, en diciembre, Jack se regresó a Nueva York con sus amigos (salvo Gregory Corso, que se regresó antes por no haberse sentido bien en México), en el auto de un puertorriqueño. Había terminado otro ciclo de su estancia en México.
Tristessa es la única novela beat sobre México. Hecha en el más puro y condensado estilo kerouaquiano, el libro está escrito en una frecuencia sonora, más que visual o textual. La escritura-improvisación constituía para Kerouac un ritual tan budista como el que realiza el jazzista al dejar que su instrumento "toque solo" a través de él sin oportunidad de corrección o reparo alguno. Se improvisa y se fluye en un devenir que por serlo supera al tiempo y lo trasciende mientras transcurre el rito... Tristessa es un gran solo de jazz literario.
El interés que en la vida real sentía Kerouac por Tristessa-Esperanza Villanueva se derivaba de la proyección que de su persona hacía respecto a la de ella. Esperanza era su otro yo femenino. Ambos sentían que la muerte y no la vida eran el polo magnético que ineludiblemente los arrastraba...
Impulsada por una incontenible avalancha religiosa, no sólo budista, que Kerouac le insufla a su interpretación, el resultado final de la obra es una magnífica elegía beat donde México aparece como un espacio simbólico (a la manera de Bajo el volcán de Lowry y El poder y la gloria de Greene). Kerouac instala a sus personajes, incluyéndose a él mismo, en el centro de una serie de problemas humanos últimos ųDios, la salvación, la inmortalidad, el dolor, el desamorų; sus vidas, por más "viciosas" o "cotidianas" que parezcan, poseen una dimensión metafísica que el autor, de manera muy consciente, insiste en subrayar, sobre todo en la primera parte del libro.
El interés que en la vida real sentía Kerouac por Tristessa-Esperanza Villanueva se derivaba de la proyección que de su persona hacía respecto a la de ella. Esperanza era su otro yo femenino. Ambos sentían que la muerte y no la vida eran el polo magnético que ineludiblemente los arrastraba,tenían conflictos con su entorno, se autodestruían con sustancias y buscaban consuelo en la religión. La compasión que Kerouac manifiesta en la novela por ella es la compasión no confesa que sentía por sí mismo. Esperanza era su espejo.
Para Kerouac México era un país a la vez sórdido y esperanzador, repulsivo y puro, donde el hieratismo y la aparente falta de belleza de las mujeres indígenas ocultaban una personalidad maternal sagrada. México ųno el mestizo sino el indígenaų era un cactus rodeado de espinas que en sus entrañas guardaba una pulpa mágica. Huidizo pero ingenuo y culposo, Kerouac no se desenvolvía del todo bien en tierra mexicana, y era presa fácil del mexicano avieso que huele la vulnerabilidad de los extranjeros extorsionables...
A diferencia de Burroughs, quien sentía repugnancia y complicidad hacia México, Kerouac además de repugnancia sentía compasión. Este último sentimiento estaba dado por el imperativo piadoso que se imponía sentir hacia los demás y que a fin de cuentas le impedía ser y actuar sin más. Los pruritos religiosos de Kerouac le ayudaban a escribir tanto como le estorbaban para vivir. Y es que en realidad la única religión de Kerouac siempre fue la literatura... una religión que nunca lo salvó de seguir viviendo como no quería.
Tristessa es el libro más importante que un beat hiciera sobre México, y una de las mejores novelas que un extranjero escribiera sobre este país. De manera inexplicable nunca se había traducido al español, a pesar de que se publicó por primera vez hace ya casi cuarenta años. Hela aquí más fresca y actual que nunca.