Pues no, porque quién fue ese tal Vertov, dirán los funcionarios despistados, los programadores al vapor, o los milusos prestos a rendirle honores a la última llamarada de petate hollywoodense, cualquier película de moda que los apantalle, o algún mito fílmico al alcance de la foto con El Licenciado? -No, cómo crees, pero ¿cómo dices que se llama? ¿Dziga qué...?
A ellos ni falta les hace saberlo: en el disimulo de su ignorancia se parecen a la burocracia estalinista que mantuvo a Vertov en la sombra, y que frenó las libertades de lenguaje cinematográfico que se venían desarrollando, conjuntamente a los de una incipiente apertura temática sobre las realidades nacionales y su historia, en la entonces Unión Soviética: los cineastas, o se plegaban a la línea señalada por el mero mero y hacían a un lado las ideas ``exóticas'' de su euforia militante, o les iban a hacer cansada su labor y sus proyectos: la aprobación, el financiamiento, la promoción y el reconocimiento sólo serían para quienes se adecuaran a un cine hecho a la medida del régimen y sus tornillos.
Dziga Vertov, como otros representantes de la vanguardia del cine ruso y soviético, que va de los años 20 a los 30, compartió con Serguei Eisenstein, Alexander Medvedkin y otros compas de su brillante generación, la senda tortuosa de la cizaña burocrática y desdeñó, para citar a Borges, ``las burdas seducciones del Comité''; aunque Vertov luchó e hizo logros importantes encaminados a lo que podría considerarse un cine total, entendiendo al cine como una totalidad integrada al desarrollo de un determinado tipo de sociedad, que era la sociedad emergente tras la revolución rusa de 1917. Al definir su posición y hablar por sus compañeros, Vertov puntualizaba, en 1929: ``Nosotros consideramos simplemente que lo esencial en el cine es fijar los documentos y los hechos, fijar la vida y los acontecimientos históricos''.
Cineasta innovador, teórico, poeta, agitador, editor, propagandista y pilar indispensable de un cine documental auténtico que respondiera a las necesidades políticas, económicas y sociales del momento histórico en que se hallaba inserto, Vertov fue, sobre todo, un inventor y un imaginativo baluarte del cine experimental; todo lo cual fue demasiado para las mentes cuadradas de los burócratas del partido, que llegaron a humillarlo, bloquearlo, desanimarlo, desmovilizarlo y buscaron sofocar un espíritu flameante porque ellos, gente mediocre, fueron incapaces de darse cuenta que estaban ante un hombre del presente y del futuro.
Vertov fue acusado de formalismo, antirrealismo, narcisismo y tratamiento ``reaccionario'' de la realidad soviética, pero siempre hizo frente a sus detractores y se defendió como pudo. No eligió el exilio y dio la batalla desde dentro, en su derecho como patriota y como artista.
En vísperas del siglo XXI, pero tomando como referencia desde los años 60, cuando el uso de cámaras y grabadoras portátiles impulsaron la corriente documentalista caracterizada como el cine directo; el auge posterior de las telecomunicaciones y las aportaciones tecnológicas que han posibilitado la utilización, cada vez mayor, de las microcámaras de video y la circulación abierta de imágenes generadas por multitud de individuos y grupos sociales a nivel mundial, podemos decir que, en cierta forma, una parte de todo eso lo anticipó Vertov en sus manifiestos y la teoría del cine-ojo (kino-glaz), que en los años 20 tenían una fuerte carga visionaria, pero cuyas hipótesis empezó a practicar de inmediato, en la medida de sus alcances, en el vasto territorio de la URSS: la sexta parte del mundo, nomás. En 1925, Vertov anticipaba: ``En un futuro próximo, el hombre podrá transmitir simultáneamente por radio, para el mundo entero, los hechos visibles y sonoros grabados por una radio-cámara''.
A grandes rasgos, la praxis de Vertov con las imágenes en movimiento empieza en 1918, al trabajar en el primer noticiario cinematográfico de actualidades del Estado soviético, el Kinonedelia. Su experiencia en los frentes de combate lo lleva a realizar Historia de la guerra civil en 1922, y entre ese año y 1925 desarrolla su serie Cine Verdad (Kinopravda); luego en 1926 La sexta parte del mundo 1, en 1928 El undécimo año, y en 1929 El hombre de la cámara 2, su película más conocida a nivel internacional. Entusiasmo, en 1930, es su primera obra en el cine sonoro, por la cual Charles Chaplin le envía felicitaciones y le dice: ``Considero Entusiasmo como una de las sinfonías más emocionantes que haya oído jamás''. Tres cantos sobre Lenin, en 1934, marca su apogeo como cineasta cuyo desarrollo creativo, desde entonces, fue obstaculizado por el partido-aplanadora y sus secuaces.
Luego vendrían los tiempos de guerra por la invasión nazi a partir de 1941 y, después de la contienda, trabajos fílmicos modestos. Vertov murió de cáncer en 1954 y se fue a la tumba sin haber podido hacer ninguna obra mayor, al nivel de su talento e imaginación, en los 20 años anteriores. Quienes la impidieron están, desde hace rato, en el basurero de la historia. Revalorado en muchos países por lo que hizo en el cine, Vertov fue y será un iluminado y un revolucionario; un pionero de la vanguardia en la comunicación y alguien por quien aquí, al tiempo, levantamos nuestra copa, sea de cálido mezcal o de vodka helado, para brindar a su memoria, diciéndole ¡Adelante, Vertov!.
1 Una copia nueva en 35 mm. de esta película fue donada a México por el Comité de Cinematografía de la Unión Soviética en 1982, y ha sido objeto de una sola exhibición por la Cineteca Nacional en 1989, gracias a que supimos de su existencia.
2 La copia de esta película, en un estado físico que deja qué desear, en posesión de la Filmoteca de la UNAM desde hace tiempo, tuvo una inclusión surrealista el ciclo ``1996. Año de André Breton'', y en el ciclo retrospectivo ``Cien años de cine''.
3 Para los que quieran echarse un clavado a los textos de Vertov, se recomiendan: El cine de Dziga Vertov de Georges Sadoul, Ediciones Era, México, 1971; El cine ojo de Dziga Vertov, Editorial Fundamentos, Madrid, 1973; Artículos, proyectos y diarios de trabajo de Dziga Vertov, Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1974; y Dziga Vertov. Memorias de un cineasta bolchevique, Editorial Labor, Barcelona, 1974.