El gobierno de Israel ha invitado ya al electo presidente argentino, Milei, a visitar ese país; éste ha aceptado y, con una escala en Miami, lo califica de “viaje espiritual”.
Así, con Milei se cierra temprano y de inmediato un broche que liga la ultraderecha bíblico militarista que hoy muestra su esencia en Gaza, con la derecha política de América Latina.
Una visión del mundo y de la sociedad que aparece ahora al mismo tiempo, como tragedia militarista en Gaza (con sólo una “pausa operativa” en la masacre) y como comedia sombría en nuestro vecindario. De este preocupante desarrollo ya forma parte el bombardeo israelí a la universidad de Gaza, y pese a todo, nuestras instituciones educativas permanecen calladas. El de ahora, sin embargo, es un silencio profundamente comprometedor.
Los polos civilizatorios, los faros contra la oscuridad, las cunas de la filosofía y de la ciencia, las bibliotecas y laboratorio, la residencia diaria de decenas de miles de profesores e investigadores, encuentran a la gran mayoría de ellos “neutrales” o indiferentes, y de las y los millones de jóvenes estudiantes que se ven asolados y no pocos mueren en las calles y casas, nada dicen.
Con eso dan testimonio de procesos educativos y pedagogías institucionales que contribuyen a la deshumanización y minimización de la tragedia. Es cierto, que para la gran mayoría la pedagogía más profunda y eficaz para callar ahora han sido los años de decenas de miles de desaparecidas, de muertes por la guerra al narco, de agresiones a comunidades, de dejar sin respuesta a Nochixtlán y Ayotzinapa y del recrudecimiento del autoritarismo institucional que trajeron los neoliberales en la educación; todo esto, es el territorio de una pedagogía que evita mirar, que calla y termina siendo indiferente. Pero hay otras lecciones.
No pocas voces, yendo más allá de la victoria electoral del ahora presidente electo Milei señalan como culpable de fondo a la insuficiencia de las políticas gubernamentales previas, que no pudieron o supieron entender y responder cabalmente a las demandas populares y derivaron a la derecha.
Esta sería una de las más importantes claves de lo que ocurre, y de alguna manera también clave de la derechización extrema en Israel y en Estados Unidos, donde el regreso de Trump ya se anuncia en cada encuesta. Con Israel, Argentina y Estados Unidos se construye así un triángulo de continente a continente –y México en medio– que es nuestro ominoso y cerrado horizonte de actuación en el futuro.
La unidad latinoamericana como actor mundial tiene ahora un escenario más complicado. Las universidades, calladas. En México, el próximo sexenio será fundamental. O se hace una corrección a fondo del rumbo, de manera importante en educación, en la que ni la gratuidad ni el derecho a la educación y tampoco la dignidad de alumnos y profesores se ha fortalecido, o precisamente anunciado por el silencio universitario, Morena ganará todavía en este sexenio, pero no abrumadoramente, y vendrá luego uno sin garra y sin ajustar el rumbo, y así casi inevitablemente nos entregará a la ultraderecha.
En sentido contrario, una esperanza y señal de revitalización de las fuerzas progresistas en el país sería que el despertar surgiera y pasara también por las universidades. Así ha sido en el pasado reciente y así ha sido transformador.
Pero la universidad está en una crisis de sentido. En ella se niega la historia de luchas del pasado y sin contacto con ellas muere el sentido ético que deberían ofrecerse a sí mismas y a la sociedad, y se impide el surgimiento de un propósito institucional poderoso y solidario con las mayorías.
Entonces ya no importa mantener y hasta alentar los signos del deterioro, como, un ejemplo, la precarización que hace que –sólo en la UAM– más de mil profesores cada 11 semanas terminen su contrato y deban ser evaluados de nuevo para decidir a quiénes se les recontrata por un periodo igual.
Peor aún, hace que, sin que lo sepan esos profesores eventuales, ya ocurre que aunque ganen, su nombre pueda ser misteriosamente eliminado y esa plaza temporal se entregue a otra persona. Si el evaluador original –en este caso, el que esto escribe– denuncia y plantea su renuncia como protesta, entonces es notificado que si deja el puesto tendrá que pagar una multa de un año sin la mitad de sus ingresos.
En otro caso, si un académico reprueba estudiantes y luego sus familiares vienen, lo acorralan y atacan verbalmente en su laboratorio, la institución cuestionablemente lo declara acosador y también le aplica la misma multa. Más aún, se sigue pidiendo a los alumnos de primer ingreso también este año que se clasifiquen según su color de piel.
Sin la menor explicación. Toda una nueva y deprimente cultura de la vida universitaria. La universidad, si calla respecto a Gaza, ya puede callar respecto a todo.
*UAM-X