La luz del día se va apagando y la oscuridad anuncia que está por comenzar la función. La noche es fría y los testimonios que se comparten al micrófono la hacen más fría todavía. A la palabra, una a una, van pasando madres con hijas víctimas de feminicidio o desaparecidas. Comparten sus dolorosas experiencias, hablan sobre la impunidad y la revictimización. Los corazones se estrujan. La mayoría de asistentes mujeres escuchan atentas. Algunas lloran, muchas se abrazan. El acto es en sí mismo un abrazo colectivo. De vez en vez, varias personas hacen sonar cazuelas, tambores y silbatos para hacer ruido, para hacerse escuchar.
Es viernes 27 de enero y las colectivas que sostienen la Glorieta de las mujeres que luchan se han organizado para proyectar la más reciente película de Natalia Beristáin, Ruido. El filme recopila también un conjunto de dolorosos testimonios, parecidos a los que se comparten al micrófono. Pero también es esperanzador, igual que el acto en el que se proyecta la película. La directora ha llevado al cine una lamentable historia en la que muchas se ven reflejadas. No se trata de un documental, sino de una película en la que se hace imposible distinguir la ficción de la realidad. Con la actuación magistral de Julieta Egurrola, el filme visibiliza desde una historia particular muchos de los problemas de nuestra sociedad: feminicidios, desaparición de personas, asesinato de periodistas, crimen organizado, trata de mujeres, corrupción. También lleva a la pantalla algo de las resistencias que afloran en este territorio, el de las madres buscadoras y el de las mujeres que luchan, dos de los movimientos sociales más representativos de nuestra época.
Entre las asistentes está doña María Herrera, madre con cuatro hijos desaparecidos. Doña Mary, como la llaman cariñosamente, ha tocado todas las puertas en la búsqueda de sus hijos. Ha recorrido el país entero. Le exigió a Felipe Calderón, a Enrique Peña Nieto y también al actual presidente políticas eficientes para buscar a sus hijos y a todas las personas desaparecidas, así como vías para pacificar el país y poner alto a las violencias. Doña Mary ha viajado a Estados Unidos para exigir el alto de la “guerra contra las drogas”. También se ha entrevistado con el Papa Francisco para contarle de la situación de las víctimas en México. Hace tiempo que doña Mary aprendió a caminar en colectivo y ahora acompaña a otras madres que están en una situación similar a la suya. Al terminar de ver Ruido, al micrófono, doña Mary agradece a la directora por la película y manda saludos a Julieta Egurrola. Doña Mary conoce a Julieta, la actriz ha acompañado en distintos momentos a los movimientos de víctimas.
El 8 de marzo de 2019, frente al Palacio de Bellas Artes, fue colocada por diferentes colectivas la Antimonumenta, una forma de protesta “contra un país feminicida”. El 25 de septiembre de 2021, muchas de estas mismas mujeres realizaron la toma de la antigua glorieta a Cristóbal Colón, que renombraron la Glorieta de las mujeres que luchan y donde antes estaba una estatua al conquistador colocaron la estatua de una mujer.
Junto a la Glorieta de las mujeres que luchan, en otros puntos de la Ciudad de México, existen al menos otros 13 antimonumentos: a Samir Flores, a las víctimas del 2 de octubre de 1968, a los mineros atrapados en Pasta de Conchos, a los 49 niños y niñas de la Guardería ABC, a los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a los 72 migrantes en San Fernando... Se trata de espacios públicos recuperados para recordar que hay crímenes que siguen sin justicia y sin verdad. Crímenes, como los feminicidios y la desaparición de personas, que siguen ocurriendo cotidianamente.
Desde su nacimiento, la Glorieta de las mujeres que luchan se convirtió en un memorial desde abajo, sostenido por colectivas de mujeres y de víctimas, así como por personas de la comunidad artística. Mujeres de muy distintas luchas han pasado por ahí a enriquecer el memorial y participar del mantenimiento. Magdalena García, mazahua y víctima de la represión en San Salvador Atenco en 2006, es una de ellas. También han estado ahí madres de los 43 estudiantes desaparecidos de Ayotzinapa, así como mujeres mazatecas de Eloxochitlán de Flores Magón que luchan por la libertad de sus presos políticos. Por eso no es casual que a la proyección de Ruido acudan también decenas de activistas, artistas, madres buscadoras y periodistas solidarias.
En Ruido, Natalia Beristáin logró comunicar parte de los dolores de este país. Lo hizo desde la potencia del arte con la fuerza de las resistencias. Organizaciones de víctimas y de mujeres han comenzado a hacer suyo el filme. Converge en ese diálogo parte de lo nuevo y también de lo urgente. Sigamos haciendo Ruido.
* Sociólogo
Twitter: @RaulRomero_mx