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Áfter o para un taller

A

men lo que hacen, pero no se enamoren de lo que hacen. Poesía, cierto, es misterio, pero claramente misterio; no, como algunos confunden, confusión.

Un texto atropellado, atrabiliario, voluntarista, desmañado a la vez que escrito con pasión, puede sin duda pasar por poema. ¿Lo es? Formalmente, puede que unos lo clasifiquen, ya sin comillas, como tal. Fontalmente, tal clasificación es, a no dudarlo, cuestionable.

La redacción es fría, la escritura es caliente, lo he dicho muchas veces. Y es que no hay escritura, verdadera escritura, sin emoción. Pero la emoción del poema, la más fina de todas las escrituras, conlleva una frialdad –acaso la palabra sea frescura– que impide que la emoción se desboque. No siempre es rienda, no siempre es seguridad, certeza; mas sí confianza –dicho mejor, fe– en que la emoción con la que se escribe proviene (y no se desconecta) de la sensibilidad.

Un poema que tiene que explicarse es como un chiste que tiene que explicarse: pierde la gracia. Un buen poema, aceptemos, pudiera no entenderse, mas no hay manera en que, si en verdad, bueno, no se comprenda. ¿Y cómo se comprende (dan ganas de también aquí recurrir a las comillas, pero no)? Uno siente que ha tocado un misterio. Dado que en no pocas ocasiones trabajo con músicos tiendo a diferenciar entre música y musicalidad, palabras al fin y al cabo, en el caso de la poesía, sinónimas. La musicalidad del poema suscita imágenes no por imprecisas, difícil fijarlas, no concretas. Y la inefabilidad de la lírica, tantas y tantas veces comentada, es muy posible que sobre todo allí resida.

Octavio Paz a Braulio Peralta (Poeta en su tierra): La poesía, al fin de cuentas, es música, encanto verbal. Acercarse al misterio, asomarse al misterio, es impulso y deber –labor– del poeta, quien de ese asomo, de ese acercamiento, de ese entre que sí y que no haber tocado o haber sido tocado por el misterio debe dar noticia, lo más clara (no por la claridad perderá su misterio) posible. La frivolidad, la superficialidad, tiende a profanar, a volver deleznable –la mirada del superficial no da para más– todo misterio.

Buda es una caca de perico, la poesía es una caca de perico. Una caca de perico es una caca de perico, que vista desde la poesía es poesía, sin más. Escribir versos es un extraordinario acelerador de la conciencia, del pensamiento, de la comprensión del universo. Joseph Brodsky.