a corrida de aniversario 72 de la Plaza México cantó la fiesta brava y murmuraba su falta de rumbo. Va a la aventura como barco velero. Se perdieron las gaviotas y sólo queda la espuma cervecera que deja los líquidos después de las corridas. La fiesta brava navega sin rumbo con los aires de la vela vela
que le dan su calor fecundante que borraba esa incompletud en sensaciones que confundan la sombría realidad de una fiesta que día a día pierde el encanto. Hueco de inconsciencia diabólica simbolizada en los pitones de los toros de Jaral de Peñas, bien presentados pero que salieron arrítmicos; titubeantes, difíciles, distraídos a su juego. Con estos toros destacó el torero francés Sebastián Castella, que dueño de un oficio y un sitio envidiable lidió y dio una lección de cómo torear toros descastados y salió triunfador.
Prácticamente se acabó la temporada que al romperse brotaba anunciando una verónica jugando los brazos y marcando los tres tiempos de lance, cantando canciones rancheras, buscando la claridad en el gira que gira de las faenas de muleta y las estocadas a volapié, lo que no vimos en la temporada.
Temporada en la que José Tomás demostró que sigue siendo el número uno de la torería.