os analistas internacionales de los movimientos sociales consideran que el siglo XXI inició en México con el levantamiento zapatista. En los años siguientes, fue importante el protagonismo de la sociedad civil en la transición a la democracia
. Casi un cuarto de siglo más tarde, ¿sigue en movimiento
el país?
El panorama en el cual van surgiendo movimientos y resistencias es muy diferente, y por tanto también lo son los actores. El libro México en movimientos junta análisis de resistencias y alternativas en 14 estados de la República. Apunta a seis transformaciones fundamentales de los movimientos sociales en la década anterior.
1. La irrupción del Internet y de las redes sociales propició cambios en la cultura y la organización de muchos movimientos sociales. Las redes sociales permiten organizaciones interpersonales y colectivas más flexibles. Al mismo tiempo abren nuevos canales de información y comunicación entre ciudadanos. Sin embargo, la desinformación no desvaneció. Los principales canales de televisión siguen gozando de una amplia influencia en la opinión y México es de los países que más gasta en propaganda gubernamental y partidista. Mientras, la batalla de la información
se ha vuelto una guerra, con 35 periodistas mexicanos asesinados desde enero 2016.
2. En la pasada década, la violencia explotó en México y se volvió estructural, con profundas raíces en todos los sectores de la economía y de la vida pública, incluyendo en el Estado y sus instituciones. De una manera o de otra, todos los actores sociales que se organizan en México tienen que afrontar esta violencia, por amenazas de los cárteles, destrucción de su comunidad, represión por el Estado o desaparición de activistas. Con la excepción del Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad o las protestas frente a la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, la mayoría de las resistencias frente a esta violencia surgen a escala local, en el contexto de una gran desconfianza hacia el Estado, como grupos de autodefensa y comunidades que se organizan de manera autónoma frente a los cárteles y el Estado.
3. Se ha reforzado en México y en toda América Latina el acaparamiento de los recursos naturales, empezando por tierras, minas y petróleo. Pueblos y comunidades resisten a todo un complejo extractivista que es cada vez más central en la economía neoliberal.
4. En comparación con los actores de las décadas anteriores, una de las transformaciones más profundas que afectó a los movimientos sociales en México es la pérdida de un horizonte democratizador y el cuestionamiento de los horizontes emancipadores. Hace 20 años, la llamada transición a la democracia
generó esperanzas de que la alternancia política abriría nuevos horizontes políticos, económicos y sociales; que iba a acabar con la corrupción e imponer el respeto de los derechos humanos. Dieciocho años después de la alternancia queda poco de esta ilusión. La posible llegada de un presidente honesto podría mejorar la situación, pero no resolverá los problemas estructurales del país.
5. Un número creciente de mexicanos ven al Estado ya no como una solución sino como una parte de sus problemas.
Muchos movimientos y resistencias se construyeron buscando soluciones a escala local más que un cambio nacional. En muchos casos, han sido exitosos en ofrecer a sus integrantes una vida digna y más segura. Sin negar sus alcances, se está cuestionando este modelo emancipador enfocado en la autonomía local. Es cada vez más difícil resistir a la violencia, a las minerías o a la represión únicamente desde la escala local. La lucha en contra del mal gobierno, de la colusión entre gobernadores y alcaldes con los cárteles y para acabar con la impunidad que gozan los militares y los asesinos de periodistas, no se puede llevar únicamente por actores locales. Se requieren también actores y fuerzas capaces de impulsar cambios estructurales a escalas estatal y nacional.
6. Los movimientos que surgen hoy no lo hacen a partir de una gran agenda político-institucional sino a partir de lo que se ha vuelto su vida cotidiana: violencia y agresiones a las mujeres, la búsqueda de familiares desaparecidos sin que tengan apoyo del Estado, la destrucción de un bosque en Cherán, la devastación ecológica causada por la minería, el alza en el precio de la gasolina, la falta de recursos para organizar las clases en condiciones decentes. Sería un error oponer estas movilizaciones en defensa de asuntos locales o personales a la defensa de un interés general más elevado
. Cuando los padres de los 43 desaparecidos de Ayotzinapa piden verdad y justicia para sus hijos, están luchando en contra del sistema que favorece la violencia y garantiza la impunidad, así como para todos los muertos y desaparecidos de este país. Cuando se protege un bosque o se defiende un ejido, se está resistiendo a todo un modelo económico y se demuestra que resistencias y alternativas son posibles, que otro México
existe y sigue de pie, a pesar de todo.
*Profesor-investigador de la Universidad Católica de Lovaina, Bélgica
**Profesor-investigador del Instituto de Investigaciones Sociológicas de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca