Opinión
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Ciudad Perdida

PRI: no a la imposición

Peligro de fuga

El sueño de un chamaqueado

S

i no camina como tricolor, si no hace como tricolor y su plumaje no es tricolor, pues no es del PRI, y eso en el país, y principalmente en la Ciudad de México, tiene consecuencias electorales, por más que ese partido esté en los últimos lugares de las preferencias del electorado.

Lo muy poco –casi nada– que aún subsiste del PRI en la capital de México no tiene claro cuál debe ser su camino. De ninguna manera siente como suyo al virtual candidato impuesto, al parecer, desde Los Pinos, y aunque no descartan poder apoyarlo, también están escuchando algunas otras propuestas, porque no se sienten obligados a ir con el posible candidato, que también apoya Eruviel Ávila.

El reclamo, por el momento, es que no se ha tomado en cuenta a nadie de la muy pequeña base priísta en la Ciudad de México para lanzar al posible candidato, y que, desde luego, esto se toma como un desaire a quienes han mantenido al PRI en sus peores momentos.

Eruviel Ávila, quien con dificultad conoce el Paseo de la Reforma, y quien durante su gestión en el Estado de México convirtió a Ecatepec, municipio de donde proviene, en el más violento e inseguro del país, que ya es decir poco, ha dicho que el PRI tiene varios grupos de apoyo en esta ciudad, más allá de la base que aún detenta Cuauhtémoc Gutiérrez de la Torre, lo que para muchos resulta suficiente para que el priísta busque refugio en alguna otra bandera partidista.

Todo indica que Gutiérrez de la Torre no ha sido llamado por la dirigencia de su partido, y que él y su grupo voltean hacia otros lares; es más, hay quien dice que alguien de la filas de Morena, del grupo que se encarga de las simpatías y candidaturas externas, lo ha buscado para platicar de cómo viene la elección en la ciudad.

Por lo pronto, todo es confusión dentro del PRI, y se ven tan débiles las candidaturas que las exigencias del o los grupos dominantes buscan arreglos con precios muy altos, pero no tienen todos los huevos puestos en la canasta que, consideran, ya no es tan tricolor.

De pasadita

Además del chisme de la renuncia y su desmentido –ambas cosas ciertas–, que desde el martes en la noche corrió en torno a Salomón Chertorivski, secretario de Desarrollo Económico del gobierno de Miguel Ángel Mancera, otro horror se filtró en los corrillos políticos respecto del mismo personaje.

Resulta que Cherto es buen amigo de Mikel Arriola; trabajaron juntos bajo las órdenes de Felipe Calderón, gobierno en el que también participó José Antonio Meade, y a él, a Arriola, le llevó todos los estudios electorales que se hicieron en el Gobierno de la Ciudad de México, además de los de su propia secretaría. Trataba de conseguir el apoyo de ese personaje para que lo apoyara en su deseo malsano –para la ciudad– de convertirse en candidato a la jefatura de Gobierno. La bandera ya no es importante, podría ser incluso tricolor.

Lo cierto es que eran tan débiles y tan voladas las intenciones de Cherto, pero tan interesantes los estudios, que Arriola decidió quedarse con ellos, ni más ni menos que para su candidatura, que sí va en serio.

Cherto quiere ser candidato de quien se deje, a cualquier precio y como sea. Dicen que ya se lo había anunciado a Miguel Ángel Mancera, e incluso hay quienes dicen que el papel con la firma de renuncia ya estaba en el escritorio del jefe de Gobierno, aunque este no la había visto porque viajó a Estados Unidos la madrugada del martes, cuando el documento habría sido entregado en su oficina.

El disgusto de Mancera fue mayor y se interpretó como una deslealtad, lo que obligó a Cherto a desmentir lo de la renuncia, pero el daño ya se había causado y ni modo, Cherto reculó y, por lo pronto, se bajó del tren amarillo.

Ahora el asunto es que en el PRD ya alucinan las pretensiones del secretario y nadie, o casi nadie, le ha brindado simpatías para seguirlo en la aventura que pretende. Por eso es que ahora prepara una nueva cachucha. Ya tuvo una azul, ya tuvo la amarilla y está por probarse la tricolor. Excentricidades del coleccionista. ¡Aguas!