Eduardo R. Huchim
El chayote

El chayote o embute, es decir la dádiva generalmente monetaria a periodistas, pervierte la relación entre éstos y el poder público. Quiérase que no, la aceptación de tales dádivas compromete la independencia del informador, y por ello deben ser rechazadas.

Dicho lo anterior, conviene matizar el asunto, que cobra singular actualidad debido al nuevo marco político que se está definiendo en el país y que podría propiciar la desaparición del embute en algunas de las muchas parcelas donde existe. Hay dos argumentos para justificar, desde la perspectiva del periodista, la aceptación del chayote:

a) Recibir la dádiva no obliga a nada al periodista. Aun aceptándola, éste puede escribir o lanzar al aire su información con toda libertad, sin que el otorgante le pida nada a cambio, salvo, si acaso, alguna solicitud ocasional de ``cuídame al jefe'' expresada por algún subalterno de éste.

b) Si el periodista no recibe el embute, el jefe de prensa o encargado de darlo se lo queda para sí y, de todos modos, el nombre del informador aparecerá en una nómina confidencial como si lo hubiera recibido.

La primera justificación pudiera tomarse como razonable, pero no lo es tanto. No se establece, ciertamente, una obligación formal del periodista con el dador, pero de todos modos la gratitud --o el temor a ser excluido de las dádivas-- influye en la orientación del texto del periodista, cuya libertad queda de tal manera disminuida.

Aunque inaceptable como justificante, la segunda argumentación es real. Hay jefes de prensa que se han enriquecido con los chayotes no entregados, apropiándose de los dineros destinados a los periodistas que no aceptan embutes y quienes, efectivamente, aparecen en las nóminas confidenciales a pesar de su rechazo. Debe tenerse en cuenta, sin embargo, que por lo general en el medio periodístico se sabe con alguna precisión quién recibe y quién no, y de ese ámbito parten, como en ondas concéntricas, las versiones que a la postre contribuyen a la formación de prestigios y malas famas.

Con las obligadas excepciones, resulta inexacto suponer que la recepción del embute conlleva siempre un desenfrenado deseo de enriquecimiento. Muchos de quienes lo reciben, sobre todo en el caso de los reporteros, generalmente lo utilizan para completar los gastos domésticos o bien para pagar pequeños privilegios. Esto porque sus salarios son, con excesiva frecuencia, insuficientes o francamente bajos. El chayote debe verse, pues, no sólo como un problema de corrupción, sino también como la derivación de un problema laboral.

Por decir algo como lo anterior, hace algún tiempo fui cuestionado durante una mesa redonda en la Universidad de las Américas como si estuviera justificando el chayote. Y no, no lo justifico, pero en vez de situarme en posición de juez implacable, intento entender el porqué, además de los corruptos sin remedio, gente sustancialmente honesta se aviene al embute, y llego a la conclusión ya expuesta. Naturalmente, quien no sucumbe ante el chayote a pesar de los salarios magros, además de merecer elogio por su entereza, suele obtener un prestigio que tarde o temprano se convierte en impulsor de su carrera.

A quienes hay que culpar más de la agroindustria del chayote es a los propietarios y administradores de medios de comunicación que ponen toda su atención en las ganancias y pagan salarios tan escasos que en la práctica mandan a sus reporteros al chantaje o a mendigar embutes. Frecuentemente, además, ellos mismos reciben ya no chayotes sino plantíos enteros

Una política de bajos salarios es más criticable cuando el medio posee recursos suficientes e incluso abundantes para elevarlos y no lo hace por un desmedido afán de acumular utilidades. Es diferente el caso de los medios que atraviesan por etapas de consolidación o de dificultades económicas y por ello no pueden pagar más, so pena de poner en riesgo su viabilidad económica.

En estos tiempos de transición, sería muy conveniente que una política antichayote se generalizara en el país, sobre todo en los ámbitos donde la oposición deja de ser minoría.

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Los afanes de Lía Peniche y Juan Magaña por difundir la cultura, con énfasis en la yucateca, se traducirá del 5 al 14 de noviembre próximo en el festival Xul Haab 97 (8 de la noche, restaurante El Habanero), que incluye conferencias, espectáculos de canciones y danza y exposición de pinturas, libros y discos. Entre los participantes estarán Arcadio Poveda Ricalde, Roger Patrón Luján, José Alberto Villamil, Tsubasa Okoshi, Amalia Cardós de Méndez, Fernando Espejo Méndez, Luz de Lourdes Pino Aznar y Sara Rosa Medina de Avila.